jueves, 27 de febrero de 2020

B - Descripción temporal del ente autónomo.

B - Descripción temporal del ente autónomo.

Hemos visto que resulta inconcebible un microcosmos entelequial sin que el alma guar­de una perfecta correspondencia formal con el Demiurgo. Así, en el microcosmos, ha de mani­festarse un aspecto conciencia-tiempo, análogo a la Conciencia-Tiempo del macrocosmos: el microcosmos, para ser tal, debe alcanzar una autonomía temporal, debe independizarse del tiempo trascendente del macrocosmos. Mas, ¿cómo un ente, que hasta entonces permanecía en el tiempo trascendente, puede situarse fuera de él y evitar ser arrastrado por su fluencia irresis­tible? Respuesta: Para entenderlo hay que considerar el siguiente principio: EL TIEMPO TRASCENDENTE ES ISÓTROPO PARA TODO ENTE QUE ES PERMANENTE O SU­CESIVO EN ÉL, PERO ES ANISÓTROPO PARA TODO OTRO TIEMPO INMANENTE, EN EL SENTIDO DE SU SUCESIÓN. Lo primero quiere decir que todo ente, permanente o sucesivo, existe con carácter fenoménico EN el tiempo trascendente y está determinado por él: si es permanente, esta determinado por su duración y si es sucesivo por su desarrollo proce­sual. Lo segundo nos dice que el tiempo trascendente, no obstante ser isotrópico para todo ente, es capaz DE COEXISTIR CON OTRO TIEMPO SIN SUPERPONERSE CON EL SENTIDO DE SU TRANSCURRIR; VALE DECIR, EL TIEMPO TRASCENDENTE ES ANISOTRÓPO EN EL SENTIDO SUCESIVO DE TODO TIEMPO COEXISTENTE.
Este principio nos va a permitir responder a la pregunta anterior: Cuando el microcos­mos, que es un ente sucesivo en el tiempo trascendente, es abarcado por la conciencia de su alma, se torna sucesivo en la dirección de un "tiempo propio", es decir, su suceder ocurre en el flujo inmanente de la corriente de conciencia: entonces sobreviene necesariamente la autonomía óntica porque el tiempo trascendente es anisótropo en la dirección del tiempo inmanente. Natu­ralmente, la anisotropía del tiempo trascendente no implica un defecto de la Conciencia del Demiurgo sino que constituye el modo como Él permite la coexistencia del microcosmos actual y la consumación de su finalidad entelequial: al obtener la autonomía óntica, al convertirse en microcosmos actual, el pasú PONE EL MÁXIMO SENTIDO POSIBLE EN LA OBRA DEL DEMIURGO. LA RELACIÓN COEXISTENTE ENTRE MICROCOSMOS Y MACRO­COSMOS SE DENOMINA ARMONÍA: LA CONCIENCIA DE LA ARMONÍA, POR PARTE DEL MICROCOSMOS VIVIENTE, CONSTITUYE EL MAYOR DESCUBRI­MIENTO POSIBLE Y TAMBIÉN EL MAYOR BIEN; EQUIVALE A VIVENCIAR UN "ESQUEMA DE SÍ MISMO" DEL DEMIURGO. Evidentemente, el objetivo último de la fi­nalidad es impresionar con la magnitud colosal de la obra y despertar la admiración del micro­cosmos por su Creador.
Tampoco debe creerse que con la anisotropía del tiempo trascendente, al permitir la coexistencia autónoma del microcosmos actual, el Demiurgo asegura la eternidad de sus criatu­ras. El microcosmos actual, así como otras complexiones dévicas que aquí no estudiaremos, ES INMORTAL PERO NO ETERNO: el pasú puede sobrevivir a la muerte física, vale decir, a la desintegración orgánica del microcosmos, transformando a éste en ente autónomo; pero, aún cuando su cuerpo físico sea inmortal, jamás gozará de la eternidad que el Demiurgo y los Espíritus poseen como carácter esencial ¿Por qué? Respuesta: porque la condición de la eterni­dad es la NO SUCESIÓN y el microcosmos actual fundamenta su autonomía, y su inmortali­dad, en un "tiempo propio" que, en tanto que tiempo, es esencialmente sucesivo. Por el contra­rio, la eternidad no implica sucesión de instantes sino un solo instante siempre presente, que no obstante, abarca y sobrepasa al tiempo sucesivo. Aunque parezca una paradoja increíble, se trata de una tenebrosa verdad: aún cuando el pasú haya conquistado la inmortalidad del cuerpo físico, y se comporte como ente autónomo con respecto al tiempo trascendente, SU MICROCOSMOS TENDRÁ FATAL DISOLUCIÓN SIMULTÁNEAMENTE CON EL PRALAYA MACROCÓSMICO. Y, tras la disolución de todo ente sucesivo, durante la noche de parabrahman, solo El Uno existirá en la eternidad. Los Espíritus Hiperbóreos también son eternos y luego veremos que importancia reviste dicho carácter para el encadenamiento a la materia.
El por qué de un ente autónomo, es decir, independiente del tiempo trascendente, ha de finalizar su existencia en el momento que concluye el tiempo trascendente, no podrá ser com­prendido sin una adecuada descripción de dicho tiempo del macrocosmos. Sin embargo, una descripción tal sólo se ha efectuado en el libro "Física Hiperbórea", el cual se va a editar sepa­rado de los "Fundamentos...". Aquí, pues, solo podemos mencionar algunas características, ya que una explicación rigurosa requiere el empleo del QUANTUM ARQUETÍPICO DE ENER­GÍA definido en la "Física". Por ejemplo, conviene destacar que el tiempo trascendente no sólo presenta la extraña cualidad, ya señalada, de ser isotrópico para los entes permanentes y suce­sivos y anisotrópico para otros tiempos sucesivos, sino que también es continuo y discontinuo a la vez. Ello se debe a que el espacio real se compone esencialmente de quantos arquetípicos, los cuales poseen, cada uno, un "punto indiscernible". Resulta así, que en cualquier porción del espacio, por pequeña que sea, existe siempre una región coordenable, propiamente espacial, que constituye el principio de la extensión continua, y un "punto indiscernible", no acotable, propiamente temporal, que es el mismo punto que podría localizarse en cualquier lugar del Universo: este punto indiscernible constituye el principio y el fin del tiempo trascendente. Todo ente situado en el espacio existe en el tiempo trascendente porque sucede en él, pero no existe en el punto indiscernible que posee en su seno porque tal punto es común a todos los entes existentes en cualquier región del espacio: el punto indiscernible es denominado; tam­bién, EL OJO DE ABRAXAS. De esta manera, todo ente sucesivo, por ejemplo, ES Y NO ES en cada momento de su acontecer: pero su ser es sucesivo y su no ser es permanente. El fin de todo ente, del ente particular y del ente universal, está presente en cada instante del tiempo trascendente: y de esta finalidad no escapan ni siquiera los entes autónomos o inmortales como el microcosmos actual del pasú. Por eso se dice que la sola percepción del aspecto sucesivo o fenoménico de los entes constituye una ILUSIÓN, ya que su fin, la nada que alcanzará al con­cluir el tiempo sucesivo, que es igual a la nada inicial, anterior al tiempo sucesivo, se encuen­tra siempre presente en los entes, expuesta a la mirada aguda.
Según vemos, LA ESENCIA DE LA CONCIENCIA ES EL TIEMPO: el tiempo tras­cendente manifiesta la macro Conciencia de El Uno; el tiempo inmanente expresa la concien­cia del microcosmos. Si existe el tiempo inmanente, si el pasú ha desarrollado un sujeto cons­ciente en la esfera de conciencia, entonces el tiempo trascendente será anisótropo en esa direc­ción y el microcosmos podrá convertirse en ente autónomo. El tiempo inmanente será, así, un "tiempo propio" del microcosmos, el cual, necesariamente, tendrá carácter INTERNO, dado que fuera del microcosmos transcurre el tiempo trascendente.
El microcosmos actual subsiste en su propio tiempo inmanente, cuyo fluir brota del sujeto consciente en una sucesión de instantes que se pierde en la interioridad del ente, en una dirección no surcada por el tiempo trascendente. Debido a esta autonomía DESDE EL INTE­RIOR DEL ENTE, que alcanza el microcosmos actual con respecto al tiempo trascendente, TAMBIÉN SE INDEPENDIZA DEL ESPACIO, adquiriendo la libertad de ubicarse en cual­quier sitio sin ser condicionado por el tiempo trascendente. En resumen; la entelequia del pasú, el microcosmos actual, todo conciencia, todo tiempo inmanente, es independiente del tiempo y del espacio del macrocosmos: tal el grado de libertad que implica la AUTONOMÍA ÓNTICA. Cabe destacar que, en un ente autónomo, el tiempo inmanente ha de progresar indefinidamente en la interioridad del microcosmos, en la dirección de su transcurrir, sin que ello guarde relación con el tiempo trascendente, exterior, del macrocosmos. Por eso, CUANDO EL MICROCOS­MOS ACTUAL ACTÚA VOLUNTARIAMENTE SOBRE EL MACROCOSMOS, ES EL MOMENTO EN QUE EL MACROCOSMOS ADQUIERE MÁXIMO SENTIDO, cumpliendo así el obje­tivo de su finalidad. Este es el caso, por ejemplo, de los Maestros de Sabiduría de la Jerar­quía Blanca, quienes periódicamente suelen actuar en el mundo con sus cuerpos entelequiales en lo que denominan: "misiones para favorecer el desarrollo de los Planes cósmicos".



miércoles, 26 de febrero de 2020

A - La autonomía óntica del microcosmos actual.

A - La autonomía óntica del microcosmos actual.


El inciso anterior "Funcionamiento de la esfera de la conciencia del pasú", no podrá ser completo sin incluir un estudio sobre el tiempo inmanente. Sin embargo, debido a su impor­tancia capital para la comprensión del encadenamiento espiritual, hemos preferido tratar este tema por separado. Lógicamente, aquí habrá que remitirse a muchos artículos y explicaciones anteriores ya que "el tiempo", al que vamos a estudiar en último lugar por motivos de metodo­logía, constituye en realidad el fundamento de la conciencia, vale decir, la base sobre la que se apoya gran parte de lo ya visto.
Comencemos, pues, por el principio, es decir, por la obra del Demiurgo. El placer del Demiurgo, el "Bien", consiste en el descubrimiento significativo permanente de su obra; para ello ha designado, junto a la finalidad entelequial de los entes, una suprafinalidad destinada a brindar el descubrimiento significativo. Pero ¿quien ha de efectuar tal descubrimiento, hacia quién apunta la suprafinalidad? Respuesta: Hacia un ente autónomo capaz de descubrir el de­signio en todo ente y poner, luego, el sentido en todo ente: ésa es la finalidad del animal-hom­bre o pasú. Pero esa finalidad, LLEGAR A SER un ente autónomo postor de sentido, el pasú ha de alcanzarla tras larga evolución. En anteriores artículos hemos mencionado que el proceso evolutivo del pasú habría de culminar con el desarrollo de la esfera de conciencia, es decir, con la construcción de un esquema de sí mismo que obrase como asiento del sujeto consciente. Este sujeto, por constituir la más elevada expresión del sujeto anímico evolutivo, o alma, exige que el esquema de sí mismo sea lo mas perfecto posible, que refleje completamente la estructu­ra del microcosmos: solamente cuando el esquema de sí mismo coincida hasta en sus menores detalles con el microcosmos, lo que equivale a decir que el sujeto consciente es capaz de "pensar" al microcosmos, de pensarse a sí mismo racionalmente, será posible alcanzar la auto­nomía óntica propuesta como finalidad del pasú. Por motivos de simplicidad explicativa divi­dimos la finalidad en dos objetivos: alcanzar la "autonomía óntica" y ser "postor de sentido"; al primero lo llamamos "objetivo microcósmico" y al segundo "objetivo macrocósmico".
Al estudiar el objetivo microcósmico, por las mismas razones de simplicidad, nos he­mos referido exclusivamente a la culminación del proceso evolutivo del pasú, vale decir, a la formación de la esfera de conciencia animada por el sujeto consciente, pero, en una considera­ción mas rigurosa, habría que afirmar que dicho objetivo abarca toda la historia evolutiva del pasú. Esto se verá mejor si aclaramos que tal "historia evolutiva" es el desarrollo formal del Plan evolutivo con que el Arquetipo Manú se despliega a través del hombre: tomando al pasú en cualquier punto de su evolución, es decir, en cualquier fase formal del Plan evolutivo, el objetivo microcósmico ESTÁ SIEMPRE HACIA ADELANTE EN EL SENTIDO DE LA EVOLUCIÓN, APUNTANDO HACIA LA ENTELEQUIA Y, EN EFECTO, HACIA LA AUTONOMÍA ÓNTICA.
Una vez restituido el sentido esencialmente evolutivo que debe expresar el objetivo mi­crocósmico vamos a ocuparnos de su finalidad ultima: la autonomía óntica del microcosmos. Sabemos, en efecto, que la finalidad del pasú es una posibilidad abierta para LLEGAR A SER un ente autónomo, mas ¿qué ocurre cuando tal posibilidad se concreta? ¿Qué significa SER UN ENTE AUTÓNOMO? Daremos una respuesta, pero no ha de creerse que, por el hecho de des­cribir una entelequia, nos estamos ocupando de algo inexistente: por el contrario, se cuentan por millones quienes han completado el Plan evolutivo del pasú y ahora, tranquilamente, se encuentran sirviendo a la Sinarquía de los Siddhas Traidores, integrando las filas de la Jerar­quía Blanca; tales son, por ejemplo, los "Maestros de Sabiduría" que desde hace unos siglos operan políticamente en Occidente procedentes de Chang Shambalá.
No hay que insistir demasiado, pues ya ha sido suficientemente aclarado, que el pasú debe cumplir una misión importantísima en la obra del Demiurgo. Pero, hasta donde es ex­cepcional este papel, único entre los entes designados, sólo se hará evidente si reflexionamos sobre la posibilidad de autonomía que implica la concreción de su finalidad entelequial. En efecto, cualquier ente que culmina su proceso, aún cuando alcance la perfección suprema, no es otra cosa que la expresión de los Arquetipos universales; éstos le sostienen y se manifiestan en él, cumpliendo la Voluntad del Demiurgo. Los entes subsisten en el tiempo trascendente y en él cumplen su proceso, COMO TODO LO QUE EN EL MUNDO ES SUCESIVO; mientras el pasú evoluciona, mientras su cuerpo es un microcosmos potencial, ES TAMBIÉN SUCE­SIVO EN EL TIEMPO TRASCENDENTE y se encuentra sostenido permanentemente por el Arquetipo Manú. Entonces no se diferencia mayormente de los restantes entes sucesivos. Sin embargo, esta situación cambia completamente cuando el pasú concreta su entelequia y se transforma en microcosmos actual: en tal caso adquiere una característica excepcional, única, que lo diferencia esencialmente de todo ente sucesivo, es decir, adquiere la autonomía óntica. Esto no quiere decir que el microcosmos actual "deja de estar sostenido por el Arquetipo Manú" sino que, por haber alcanzado la entelequia, el pasú es el mismo Arquetipo Manú y, a partir de entonces, comienza a existir como ente autónomo.
Examinemos brevemente como llega el pasú a convertirse en ente autónomo. El pasú, como todo ente, ha sido designado por el Demiurgo; pero, en instancias inferiores de su evo­lución, sólo se revelan a su razón los designios de entes externos, con los cuales construye la estructura cultural; no obstante llega el día en que, con un sacudimiento esencial, sobreviene la intuición de la posibilidad de la autonomía óntica: el ente, conocedor de entes, comienza a co­nocerce a si mismo y de esa turbadora revelación surge el símbolo fundamental de la esfera de conciencia; una nueva estructura se va enlazando en torno a ese primer símbolo y se conforma así el esquema de sí mismo, la historia del microcosmos que debe acabar, por fuerza, descri­biendo al designio propio; y el sujeto anímico evolutivo, al animar el esquema de si mismo como sujeto consciente, va animando también sucesivamente los elementos del designio pro­pio; el final de este proceso de autodescubrimiento, teórico, pero que puede efectivamente ser alcanzado una vez en la vida o en alguna vida, ocurre cuando el sujeto consciente es capaz de pensar el esquema de si mismo y el esquema de si mismo es la interpretación del designio propio; en ese momento el sujeto se compenetra de todo el microcosmos Y ESTE SE ILUMI­NA COMO CORRESPONDE A TODO SISTEMA: el microcosmos pasa a ser el contenido de un pensamiento, equivalente a un "sistema vivenciado por el pensar racional", es decir, EL MICROCOSMOS ÍNTEGRO ES UNA VIVENCIA DEL ALMA: en resumen, el sujeto apercibe una representación que es si mismo: el microcosmos; y el microcosmos es entonces un acto puro de conciencia, una pura perfección paradigmática, una entelequia del Arquetipo Manú, UN ENTE AUTÓNOMO. ¿Por qué "ente autónomo"? Respuesta: porque el microcos­mos actual es PURA CONCIENCIA Y "LA CONCIENCIA" ES TIEMPO; o, con otras palabras: CONCIENCIA Y TIEMPO SON PALABRAS SINÓNIMAS. Quiere decir que la reducción racional del microcosmos por el sujeto consciente causa en este la existencia de un "tiempo propio", inmanente, independiente del tiempo trascendente del macrocosmos.
En consecuencia, la autonomía óntica del microcosmos actual es una AUTONOMÍA TEMPORAL, concepto que ya habíamos adelantado en el articulo "C" del inciso anterior: "el cuerpo del pasú es un microcosmos potencial; será un microcosmos actual cuando se transfor­me en un ente autónomo, es decir, CUANDO SE INDEPENDICE DE SU SINCRONIZA­CIÓN CON LOS PROCESOS DE LOS RESTANTES ENTES DEL MACROCOSMOS". Recordemos que POR PERMANECER en el tiempo trascendente, o Conciencia del Demiurgo, el micro comos tiene todos sus movimientos internos sincronizados con los movimientos ex­ternos del macrocosmos: "los relojes atómicos, biológicos y psicofisiológicos del pasú están sincronizados con los relojes cósmicos que regulan los movimientos de los entes según patro­nes universales de razón". Por eso decíamos en dicho artículo, sintetizando: "el pasú se va transformando en ente autónomo a medida que cumple el "objetivo microcósmico de la finali­dad": construir un esquema de sí mismo, o esfera de conciencia, de tal perfección que, al ser reflexionada por el sujeto consciente, racionalice completamente al microcosmos. La concien­cia, análogamente al aspecto Poder del Demiurgo, ha de poder aplicarse, compenetrarse, di­fundirse, etc., en el microcosmos y sincronizar sus movimientos internos con sus propios relo­jes patrón, o sea, ha de poder desincronizarlo del macrocosmos evitando participar del tiempo trascendente, ha de sustraerlo de su PERMANENCIA en él”.
Aunque ya se ha puesto en claro que la autonomía óntica del microcosmos forma parte esencial de su designio, es decir, es efecto de la Voluntad del Demiurgo, todavía podría pre­guntarse ¿para qué? Vale decir: ¿para qué el Demiurgo propone en el designio microcósmico la posibilidad de su autonomía? Respuesta: esta pregunta carece de sentido porque la autono­mía NO ES UN FIN EN SÍ MISMA sino una consecuencia NECESARIA e inevitable de la fi­nalidad entelequial. Con otras palabras: la autonomía temporal es EFECTO de una CAUSA FINAL que se llama "conciencia-tiempo"; evidentemente, nos referimos a la conciencia de la entelequia, es decir, conciencia del microcosmos. Pero la respuesta definitiva es, desde luego, hermética: la autonomía óntica del microcosmos ocurre cuando éste refleja perfectamente al macrocosmos, cuando sus estructuras son homólogas y están análogamente vitalizadas. Esto quiere decir que un microcosmos actual sólo puede serlo si representa perfectamente al macro­cosmos, ESTRUCTURALMENTE Y ANÍMICAMENTE; o sea; SOLO SI LA COMPLE­XIÓN DEL ALMA DEL PASÚ, AL ANIMAR EL MICROCOSMOS, ES ANÁLOGA A LA COMPLEXIÓN DEL DEMIURGO AL ANIMAR EL MACROCOSMOS. Por eso, si el Demiurgo exhibe un "aspecto" sucesivo, producto del Aliento, cuya fluencia llamamos Con­ciencia-Tiempo o tiempo trascendente del macrocosmos, el pasú ha de manifestar un "aspecto" semejante en el microcosmos, SI ES QUE ASPIRA A CONCRETAR SU ENTELEQUIA: y ese aspecto microcósmico no es otro que EL SUJETO CONSCIENTE EN LA ESFERA DE CONCIENCIA. Vemos así que el "tiempo propio del microcosmos", y, en consecuencia la "autonomía óntica", ES UNA CONDICIÓN ESENCIAL PARA LA ACTUALIZACIÓN ARQUETÍPICA DEL MICROCOSMOS.



LA CONCIENCIA: TIEMPO TRANSVERSAL

LA CONCIENCIA: TIEMPO TRANSVERSAL


A - La autonomía óntica del microcosmos actual.

El inciso anterior "Funcionamiento de la esfera de la conciencia del pasú", no podrá ser completo sin incluir un estudio sobre el tiempo inmanente. Sin embargo, debido a su impor­tancia capital para la comprensión del encadenamiento espiritual, hemos preferido tratar este tema por separado. Lógicamente, aquí habrá que remitirse a muchos artículos y explicaciones anteriores ya que "el tiempo", al que vamos a estudiar en último lugar por motivos de metodo­logía, constituye en realidad el fundamento de la conciencia, vale decir, la base sobre la que se apoya gran parte de lo ya visto.
Comencemos, pues, por el principio, es decir, por la obra del Demiurgo. El placer del Demiurgo, el "Bien", consiste en el descubrimiento significativo permanente de su obra; para ello ha designado, junto a la finalidad entelequial de los entes, una suprafinalidad destinada a brindar el descubrimiento significativo. Pero ¿quien ha de efectuar tal descubrimiento, hacia quién apunta la suprafinalidad? Respuesta: Hacia un ente autónomo capaz de descubrir el de­signio en todo ente y poner, luego, el sentido en todo ente: ésa es la finalidad del animal-hom­bre o pasú. Pero esa finalidad, LLEGAR A SER un ente autónomo postor de sentido, el pasú ha de alcanzarla tras larga evolución. En anteriores artículos hemos mencionado que el proceso evolutivo del pasú habría de culminar con el desarrollo de la esfera de conciencia, es decir, con la construcción de un esquema de sí mismo que obrase como asiento del sujeto consciente. Este sujeto, por constituir la más elevada expresión del sujeto anímico evolutivo, o alma, exige que el esquema de sí mismo sea lo mas perfecto posible, que refleje completamente la estructu­ra del microcosmos: solamente cuando el esquema de sí mismo coincida hasta en sus menores detalles con el microcosmos, lo que equivale a decir que el sujeto consciente es capaz de "pensar" al microcosmos, de pensarse a sí mismo racionalmente, será posible alcanzar la auto­nomía óntica propuesta como finalidad del pasú. Por motivos de simplicidad explicativa divi­dimos la finalidad en dos objetivos: alcanzar la "autonomía óntica" y ser "postor de sentido"; al primero lo llamamos "objetivo microcósmico" y al segundo "objetivo macrocósmico".
Al estudiar el objetivo microcósmico, por las mismas razones de simplicidad, nos he­mos referido exclusivamente a la culminación del proceso evolutivo del pasú, vale decir, a la formación de la esfera de conciencia animada por el sujeto consciente, pero, en una considera­ción mas rigurosa, habría que afirmar que dicho objetivo abarca toda la historia evolutiva del pasú. Esto se verá mejor si aclaramos que tal "historia evolutiva" es el desarrollo formal del Plan evolutivo con que el Arquetipo Manú se despliega a través del hombre: tomando al pasú en cualquier punto de su evolución, es decir, en cualquier fase formal del Plan evolutivo, el objetivo microcósmico ESTÁ SIEMPRE HACIA ADELANTE EN EL SENTIDO DE LA EVOLUCIÓN, APUNTANDO HACIA LA ENTELEQUIA Y, EN EFECTO, HACIA LA AUTONOMÍA ÓNTICA.
Una vez restituido el sentido esencialmente evolutivo que debe expresar el objetivo mi­crocósmico vamos a ocuparnos de su finalidad ultima: la autonomía óntica del microcosmos. Sabemos, en efecto, que la finalidad del pasú es una posibilidad abierta para LLEGAR A SER un ente autónomo, mas ¿qué ocurre cuando tal posibilidad se concreta? ¿Qué significa SER UN ENTE AUTÓNOMO? Daremos una respuesta, pero no ha de creerse que, por el hecho de des­cribir una entelequia, nos estamos ocupando de algo inexistente: por el contrario, se cuentan por millones quienes han completado el Plan evolutivo del pasú y ahora, tranquilamente, se encuentran sirviendo a la Sinarquía de los Siddhas Traidores, integrando las filas de la Jerar­quía Blanca; tales son, por ejemplo, los "Maestros de Sabiduría" que desde hace unos siglos operan políticamente en Occidente procedentes de Chang Shambalá.
No hay que insistir demasiado, pues ya ha sido suficientemente aclarado, que el pasú debe cumplir una misión importantísima en la obra del Demiurgo. Pero, hasta donde es ex­cepcional este papel, único entre los entes designados, sólo se hará evidente si reflexionamos sobre la posibilidad de autonomía que implica la concreción de su finalidad entelequial. En efecto, cualquier ente que culmina su proceso, aún cuando alcance la perfección suprema, no es otra cosa que la expresión de los Arquetipos universales; éstos le sostienen y se manifiestan en él, cumpliendo la Voluntad del Demiurgo. Los entes subsisten en el tiempo trascendente y en él cumplen su proceso, COMO TODO LO QUE EN EL MUNDO ES SUCESIVO; mientras el pasú evoluciona, mientras su cuerpo es un microcosmos potencial, ES TAMBIÉN SUCE­SIVO EN EL TIEMPO TRASCENDENTE y se encuentra sostenido permanentemente por el Arquetipo Manú. Entonces no se diferencia mayormente de los restantes entes sucesivos. Sin embargo, esta situación cambia completamente cuando el pasú concreta su entelequia y se transforma en microcosmos actual: en tal caso adquiere una característica excepcional, única, que lo diferencia esencialmente de todo ente sucesivo, es decir, adquiere la autonomía óntica. Esto no quiere decir que el microcosmos actual "deja de estar sostenido por el Arquetipo Manú" sino que, por haber alcanzado la entelequia, el pasú es el mismo Arquetipo Manú y, a partir de entonces, comienza a existir como ente autónomo.
Examinemos brevemente como llega el pasú a convertirse en ente autónomo. El pasú, como todo ente, ha sido designado por el Demiurgo; pero, en instancias inferiores de su evo­lución, sólo se revelan a su razón los designios de entes externos, con los cuales construye la estructura cultural; no obstante llega el día en que, con un sacudimiento esencial, sobreviene la intuición de la posibilidad de la autonomía óntica: el ente, conocedor de entes, comienza a co­nocerce a si mismo y de esa turbadora revelación surge el símbolo fundamental de la esfera de conciencia; una nueva estructura se va enlazando en torno a ese primer símbolo y se conforma así el esquema de sí mismo, la historia del microcosmos que debe acabar, por fuerza, descri­biendo al designio propio; y el sujeto anímico evolutivo, al animar el esquema de si mismo como sujeto consciente, va animando también sucesivamente los elementos del designio pro­pio; el final de este proceso de autodescubrimiento, teórico, pero que puede efectivamente ser alcanzado una vez en la vida o en alguna vida, ocurre cuando el sujeto consciente es capaz de pensar el esquema de si mismo y el esquema de si mismo es la interpretación del designio propio; en ese momento el sujeto se compenetra de todo el microcosmos Y ESTE SE ILUMI­NA COMO CORRESPONDE A TODO SISTEMA: el microcosmos pasa a ser el contenido de un pensamiento, equivalente a un "sistema vivenciado por el pensar racional", es decir, EL MICROCOSMOS ÍNTEGRO ES UNA VIVENCIA DEL ALMA: en resumen, el sujeto apercibe una representación que es si mismo: el microcosmos; y el microcosmos es entonces un acto puro de conciencia, una pura perfección paradigmática, una entelequia del Arquetipo Manú, UN ENTE AUTÓNOMO. ¿Por qué "ente autónomo"? Respuesta: porque el microcos­mos actual es PURA CONCIENCIA Y "LA CONCIENCIA" ES TIEMPO; o, con otras palabras: CONCIENCIA Y TIEMPO SON PALABRAS SINÓNIMAS. Quiere decir que la reducción racional del microcosmos por el sujeto consciente causa en este la existencia de un "tiempo propio", inmanente, independiente del tiempo trascendente del macrocosmos.
En consecuencia, la autonomía óntica del microcosmos actual es una AUTONOMÍA TEMPORAL, concepto que ya habíamos adelantado en el articulo "C" del inciso anterior: "el cuerpo del pasú es un microcosmos potencial; será un microcosmos actual cuando se transfor­me en un ente autónomo, es decir, CUANDO SE INDEPENDICE DE SU SINCRONIZA­CIÓN CON LOS PROCESOS DE LOS RESTANTES ENTES DEL MACROCOSMOS". Recordemos que POR PERMANECER en el tiempo trascendente, o Conciencia del Demiurgo, el micro comos tiene todos sus movimientos internos sincronizados con los movimientos ex­ternos del macrocosmos: "los relojes atómicos, biológicos y psicofisiológicos del pasú están sincronizados con los relojes cósmicos que regulan los movimientos de los entes según patro­nes universales de razón". Por eso decíamos en dicho artículo, sintetizando: "el pasú se va transformando en ente autónomo a medida que cumple el "objetivo microcósmico de la finali­dad": construir un esquema de sí mismo, o esfera de conciencia, de tal perfección que, al ser reflexionada por el sujeto consciente, racionalice completamente al microcosmos. La concien­cia, análogamente al aspecto Poder del Demiurgo, ha de poder aplicarse, compenetrarse, di­fundirse, etc., en el microcosmos y sincronizar sus movimientos internos con sus propios relo­jes patrón, o sea, ha de poder desincronizarlo del macrocosmos evitando participar del tiempo trascendente, ha de sustraerlo de su PERMANENCIA en él”.
Aunque ya se ha puesto en claro que la autonomía óntica del microcosmos forma parte esencial de su designio, es decir, es efecto de la Voluntad del Demiurgo, todavía podría pre­guntarse ¿para qué? Vale decir: ¿para qué el Demiurgo propone en el designio microcósmico la posibilidad de su autonomía? Respuesta: esta pregunta carece de sentido porque la autono­mía NO ES UN FIN EN SÍ MISMA sino una consecuencia NECESARIA e inevitable de la fi­nalidad entelequial. Con otras palabras: la autonomía temporal es EFECTO de una CAUSA FINAL que se llama "conciencia-tiempo"; evidentemente, nos referimos a la conciencia de la entelequia, es decir, conciencia del microcosmos. Pero la respuesta definitiva es, desde luego, hermética: la autonomía óntica del microcosmos ocurre cuando éste refleja perfectamente al macrocosmos, cuando sus estructuras son homólogas y están análogamente vitalizadas. Esto quiere decir que un microcosmos actual sólo puede serlo si representa perfectamente al macro­cosmos, ESTRUCTURALMENTE Y ANÍMICAMENTE; o sea; SOLO SI LA COMPLE­XIÓN DEL ALMA DEL PASÚ, AL ANIMAR EL MICROCOSMOS, ES ANÁLOGA A LA COMPLEXIÓN DEL DEMIURGO AL ANIMAR EL MACROCOSMOS. Por eso, si el Demiurgo exhibe un "aspecto" sucesivo, producto del Aliento, cuya fluencia llamamos Con­ciencia-Tiempo o tiempo trascendente del macrocosmos, el pasú ha de manifestar un "aspecto" semejante en el microcosmos, SI ES QUE ASPIRA A CONCRETAR SU ENTELEQUIA: y ese aspecto microcósmico no es otro que EL SUJETO CONSCIENTE EN LA ESFERA DE CONCIENCIA. Vemos así que el "tiempo propio del microcosmos", y, en consecuencia la "autonomía óntica", ES UNA CONDICIÓN ESENCIAL PARA LA ACTUALIZACIÓN ARQUETÍPICA DEL MICROCOSMOS.



J - Símbolo sagrado y Metafísica Hiperbórea.

J - Símbolo sagrado y Metafísica Hiperbórea.

"Metafísica" es la ciencia cuyo objeto de conocimiento es EL SER DEL ENTE. Si re­cordamos que en el inciso Finalidad y Suprafinalidad se expuso que en  todo ente físico, exterior, existe un SER EN SI, o Arquetipo universal, y un SER-PARA-EL-HOMBRE o designio, se comprenderá lo aceptado de la denominación "Metafísica" con que calificamos a esta Primera Parte, puesto que el "designio" constituye su objeto de estudio mas importante. Sin embargo, la Sabiduría Hiperbórea otorga al vocablo "Metafísica" un significado más específico y trascendente que el mero estudio del designio demiúrgico, aunque esta última tarea sea la que efectivamente viene realizando la Metafísica tradicional.
Para evitar confusiones vamos a definir a la METAFÍSICA HIPERBÓREA como AQUELLA CIENCIA CUYO OBJETO DE CONOCIMIENTO SON LOS SÍMBOLOS SA­GRADOS; en consecuencia: TODO SÍMBOLO SAGRADO ES LA REPRESENTACIÓN DE UNA VERDAD METAFÍSICA. Empero la definición no será completa sino señalamos su principal condición: SÓLO SE CONSIDERAN "OBJETOS METAFÍSICOS" LOS SÍMBO­LOS SAGRADOS QUE EMERGEN POR EL UMBRAL DE CONCIENCIA Y SE EN­FRENTAN AL SUJETO CONSCIENTE, caso (a). A poco que se medite sobre esta condición se comprobará que la misma hace de la Metafísica Hiperbórea a UNA CIENCIA PROPIA DE LA ESFERA DE LUZ, es decir, UNA CIENCIA DE LA CONCIENCIA. Pero no hay que confundirse: el que tal ciencia sea "propia" de la esfera de luz no implica que su ámbito de observación sea exclusivamente la esfera de luz; no dijimos ”su objeto de conocimiento es la esfera de luz” sino “su objeto de conocimiento son los sím­bolos sagrados QUE EMERGEN EN LA ESFERA DE LUZ”. ¿Cuál es la diferencia? que, tal como se dijo en el articulo "H", un símbolo sagrado es "no sólo la representación del mito, sino el término de una procesión de formas que arranca en el Arquetipo universal, quien está, según sabemos, sostenida por la Voluntad del Demiurgo". Vale decir: que un símbolo sagrado, por haber sido separado de la estructura del designio, PARTICIPA ACTIVAMENTE DE UN ARQUETIPO UNIVERSAL. La Metafísica Hiperbórea, entonces, es una ciencia "propia de la esfera de luz" pero cuyo objeto de conocimiento, el símbolo sagrado, hace posible la transcen­dencia del microcosmos pues extiende su ámbito de observación al plano arquetípico del ma­crocosmos. Por supuesto, la Metafísica Hiperbórea sólo puede ser practicada por los viryas y Siddhas ya que nada parecido al conocimiento de los Arquetipos universales está permitido al pasú. Si aquí hemos adelantado su definición, antes de estudiar que es un virya y un Siddha, ello se debe a que nos conviene dar la explicación como corolario de los artículos anteriores sobre el mito y el símbolo sagrado. En verdad sólo en la Segunda Parte se expondrá y aplicará la Metafísica Hiperbórea del símbolo sagrado.
Pero, si al pasú le está vedada la posibilidad de trascender los símbolos sagrados ¿qué sentido tiene su aparición? ¿Por qué el Demiurgo ha previsto su emergencia? Respuesta: por un motivo operativo. Es el Demiurgo, a través de los Arquetipos universales, quien se propone OPERAR SOBRE EL PASÚ EN DETERMINADOS MOMENTOS DE SU HISTORIA; y tal operación es posible porque los Arquetipos universales se manifiestan en los símbolos sagra­dos y éstos participan de aquéllos. He aquí las posibilidades operativas: el símbolo sagrado ha emergido como representación de un mito, como efecto de la racionalización de una fantasía; o bien ha sido EN-SEÑADO por un instructor cultural y el pasú lo ha APRENDIDO: lo ha to­mado el sujeto cultural como impresión sensible y lo ha percibido el sujeto consciente como representación consciente, vale decir, como símbolo sagrado emergente en la esfera de luz; o, también, el símbolo sagrado PUEDE HABER SURGIDO DE LA SUPERESTRUCTURA DEL HECHO CULTURAL EXTERIOR Y HABER SIDO CAPTADO COMO "DESCUBRIMIENTO"; etc. En cualquier caso, sin que influya la manera como el símbolo sagrado ha llegado a ser conocido por el pasú, lo efectivo es que, al "aparecer" en la esfera de luz, indefectiblemente participará de un Arquetipo psicoideo que ejercerá su acción sobre el sujeto. Ahora bien, ¿cuáles son esos "momentos determinados" de la historia del pasú en los cuales emergen los símbolos sagrados que permiten la operación de los Arquetipos psicoideos, es decir, durante los cuales la voluntad del sujeto resulta dominado por una voluntad trascendente, por un patrón de conducta colectivo? Respuesta: tales "momentos" propios de la historia del pasú (pero que no son ajenos a la Historia de su comunidad sociocul­tural puesto que existe un cierto paralelismo entre la estructura cultural y las superestructuras de hechos culturales, que se estudiará en la Segunda Parte), SON MOMENTOS DE CRISIS. Los símbolos sagrados tienen por función tender un puente sobre la crisis, RELEVANDO AL SUJETO ANÍMICO EVOLUTIVO, AL ALMA, POR UN INSTANTE O POR UN TIEMPO MÁS PROLONGADO, DEL CONTROL DEL MICROCOSMOS: pero ello ocurre, natural­mente, cuando el sujeto carece de voluntad para imponerse al proceso entelequial del símbolo sagrado; justamente, los "momentos de crisis" son aquellos en los que el sujeto anímico está desfalleciente, quizá desesperado, sintiendo que se hunde irremediablemente en las tinieblas de una situación insuperable.
Podemos definir a la crisis como LA IMPOSIBILIDAD DEL SUJETO ANÍMICO EVOLUTIVO PARA REDUCIR RACIONALMENTE UNA SITUACIÓN CONCRETA. Con términos de la analogía estructural, y considerado que tal situación concreta irreductible es equivalente a un ente que impresiona traumáticamente la esfera sensorial, la crisis se produce cuando el designio es esquematizado en un caso (c) extremo, vale decir, cuando la referencia afectiva es de muy grande magnitud. En tal caso, la referencia a sí mismo, con que la potencia activa dirige la representación al ser vivenciado el esquema por el sujeto cultural, será intensamente emocional, irracional, orientada hacia el corazon. Como consecuencia la representación del ente traumático, vale decir, de la situación concreta, EMERGE MUY LEJOS DEL SUJETO CONSCIENTE ( por su inclinación (c) en la esfera de sombra), lo que es percibido por este como POCO CLARO; O NO EMERGE EN ABSOLU­TO Y SE DIRIGE DIRECTAMENTE A LA ESFERA AFECTIVA Y DE ALLÍ AL CORA­ZÓN. Es entonces cuando EL SUJETO CONSCIENTE APELA A SU FACULTAD DE IMAGINAR PARA HALLAR LA RESPUESTA QUE LA RAZÓN LE NIEGA
Pero una cosa es imaginar, sin imposición alguna, y otra SUPLIR CON LA IMAGI­NACIÓN LO INCOMPRENSIBLE, obligado por la circunstancia concreta, por la "presión del ente". Así como de las tinieblas no surge la luz tampoco un sujeto perturbado puede pro­ducir una imagen esclarecedora: lo que ocurre es que, frente al sujeto consciente, emerge una fantasía tan incomprensible como el concepto del ente traumático cuya representación se des­vió hacia el corazón. Y esa fantasía sin sentido al ser apercibida por el sujeto consciente, es decir, al ser racionalizado, es la que desencadena finalmente el fenómeno del mito y el símbolo sagrado que describimos en el articulo "H", poniendo como ejemplo la imagen del pez alado. Claro que si, en lugar de su imaginación, el pasú recurre a un sacerdote y este le dice que medi­ta sobre tal o cual símbolo o le rece a una Deidad, o recurre a cualquier otro procedimiento semejante que tenga por termino "el sujeto consciente frente al símbolo sagrado" el resultado será el mismo: un Arquetipo psicoideo intentara fagocitar al sujeto consciente y tomar el con­trol del microcosmos.
En síntesis, la crisis es el efecto que una situación irrazonable, o directamente irracio­nal, produce en el sujeto consciente; ESTE PERCIBE, ENTONCES, QUE SE QUIEBRA LA CONTINUIDAD DE SU HISTORIA, VALE DECIR, QUE AMENAZA FRACTURARSE EL HILO MISMO DE LA CONCIENCIA, DE LA ESFERA DE LA CONCIENCIA. Pero el esquema de sí mismo, la esfera de conciencia, no se puede romper sin que ello implique la locura o la muerte: en todo caso sucede la disolución de la conciencia, el regreso al estado fetal. Para tender un puente sobre el abismo de la crisis, para unir las orillas de la historia y permitir la continuidad del sujeto histórico, están los símbolos sagrados: ellos participan de los Arquetipos psicoideos y éstos se manifiestan frente al sujeto en crisis; lo fagocitan, lo suplan­tan, y sostienen al microcosmos el tiempo necesario; y a veces, cuando la Historia lo requiere, permanentemente.
Los símbolos sagrados ayudan así a cumplir el objetivo de la finalidad del pasú. El ob­jetivo macrocósmico requiere que el pasú desarrolle el sujeto histórico, lo que solo puede ocurrir si, conjuntamente, se desarrolla la esfera de conciencia, la historia del microcosmos que consiste en su racionalización permanente: PERO LA HISTORIA NO PUEDE INTERRUM­PIRSE, DEBE SER "CONTINUA" PORQUE ES UN CORRELATO DE LA "SIGNIFICACIÓN CONTINUA" QUE FUNDAMENTA EL PENSAR RACIONAL. De aquí que toda fisura provocada por la crisis en la continuidad histórica del microcosmos sea atenuada, suavizada, por el símbolo sagrado, es decir, transformada en un mero punto de inflexión. El objetivo macrocósmico, por otra parte, exige la formación de una cultura que preserve el senti­do puesto en los entes; por eso el pasú evoluciona en comunidades socioculturales que se desa­rrollan al hilo de una Historia. La crisis, entonces, puede ser también colectiva: un abismo, un límite fatal, presentido por todos a la vez. Como en la conciencia, aquí tampoco puede produ­cirse una ruptura definitiva sin que ello implique la fragmentación o la disolución social; natu­ralmente, ello sólo puede ocurrir cuando los miembros de la comunidad son volitivamente im­potentes para torcer el rumbo de la Historia y se encaminan colectivamente hacia el desastre. Pero en ese caso, cuando el momento actual parece no presentar continuidad con el hilo histó­rico de un pueblo, cuando ni mirar hacia atrás ni hacia adelante representan orientación alguna y sólo la realidad del abismo que se abre a los pies parece existir, en ese caso sólo la potencia de un Arquetipo psicoideo, de un Mito, podrá construir el puente salvador: un líder, un sacer­dote, un profeta, una religión, una meta colectiva de cualquier tipo, etc, son distintas formas del milagro. Y todas estas formas no son más que manifestaciones del Arquetipo psicoideo: porque el lider, el sacerdote, el profeta, el legislador, el rey, o cualquier meta colectiva, no son más que símbolos sa­grados personificados o codificados en un lenguaje habitual, símbolos sagrados que participan activamente del Mito y que hacen posible que el Mito se posesione colectivamente de la co­munidad, que tome el control y dirija el rumbo de la Historia.
A veces, en los momentos de crisis social, son DOS O MÁS los Arquetipos psicoideos que se presentan como salvadores, generando grupos antagónicos dentro de la misma comuni­dad o entre comunidades culturalmente diferenciadas: así, no es difícil que haya lucha efectiva por el predominio de un líder, una religión, una meta, etc. Pero ello no es anormal dentro de los planos del Demiurgo y, por el contrario, es parte de su juego. Porque, atención con este principio: EN LAS COMUNIDADES PASÚ, LA GUERRA ES EL MODO COMO LOS ARQUETI­POS RESUELVEN SU CONFLICTO. Esta "guerra", desde luego, no tiene nada que ver con la guerra esencial por la liberación del Espíritu que libran viryas y Siddhas contra las huestes sinárquicas del Demiurgo y sus representantes de la "raza elegida”.
Para terminar, vale la pena destacar que los símbolos sagrados JAMÁS DEJAN DE CUMPLIR SU FUNCIÓN OPERATIVA EN LA CONCIENCIA O EN LA HISTORIA SO­CIOCULTURAL DEL PASÚ: el sujeto consciente, si es volitivamente débil, si se encuentra "abismado" por la crisis, SIEMPRE SERÁ FAGOCITADO POR EL SÍMBOLO SAGRADO, es decir, EL PASÚ SIEMPRE SE IDENTIFICARÁ CON EL MITO. Por el contrario, tal como se estudiará en la Segunda Parte, el encadenamiento del Espíritu Hiperbóreo en el pasú viene a alterar ese comportamiento, ocurriendo que el virya, por ejemplo, tenga la posibilidad de evitar el dominio del mito, del Mito, e, inclusive, que invierta el sentido del símbolo y lo emplee como "objeto de conocimiento". Pero ¿qué se puede "conocer" por medio de un símbo­lo sagrado, de la representación de un mito? Respuesta: el plano arquetípico del macrocosmos, el cual constituye, en tanto sea accesible a la indagación del sujeto, EL ORBE METAFÍSICO POR EXCELENCIA.
En efecto, el símbolo sagrado, al que anteriormente definimos como análogo a "algo que flota", es en realidad semejante a un ICEBERG, del cual el sujeto consciente sólo percibe inicialmente un octavo de su volumen, estando los siete octavos restantes sumergidos en la esfera de sombra y, por participación, proyectándose al plano arquetípico, al cielo metafísico. La Metafísica Hiperbórea, que definimos al comienzo de este articulo, es la ciencia que estudia la manera de operar con los símbolos sagrados sin ser fagocitados por ellos. En la Segunda Parte vamos a recurrir frecuentemente a los conceptos de la Metafísica Hiperbórea: será allí cuando quedará en claro que debe entenderse por "verdad metafísica", de la que, dijimos, el símbolo sagrado es su representación




martes, 25 de febrero de 2020

I - Comentarios complementarios sobre el mito y el símbolo sagrado. Primero - Comportamiento autónomo del mito.

I - Comentarios complementarios sobre el mito y el símbolo sagrado.
Primero - Comportamiento autónomo del mito.

Cuando la referencia afectiva de un símbolo sagrado es de magnitud muy grande, caso (c), determina a la referencia a sí mismo a desviarse del umbral de conciencia       y a diri­girse a la esfera afectiva. Entonces el símbolo no emerge en la esfera de luz, frente al sujeto consciente, tal como se ha supuesto en el articulo anterior, y pueden ocurrir dos casos: que el símbolo sagrado abandone la esfera de sombra y penetre en la esfera afectiva, o que permanez­ca en la esfera de sombra. Veamos ambos casos.
1er. caso: al penetrar en la esfera afectiva, el símbolo sagrado resulta "orientado" hacia el corazón, adonde se integra al esquema afectivo allí existente; en consecuencia el símbolo pasa a ser dominio del sujeto afectivo, que es absolutamente irracional. El sujeto anímico evolutivo -en cualquiera de sus manifestaciones estructu­rales, "razón","cultural","consciente"- será siempre impotente para operar sobre un símbolo si­tuado en el corazón, y más aún si el sujeto irracional se ha identificado con el. El pasú experi­menta, así, una especie de dependencia irracional HACIA LA ESENCIA del símbolo sagrado, vale decir, hacia lo que este representa y expresa.
Este caso constituye uno de los Principios de la Estrategia Psicosocial y, como tal, ha sido ampliamente explotado por la Sinarquia de todos los tiempos para ejercer un control POR EL CORAZÓN de las masas: las grandes religiones organizadas, por ejemplo, se sirven de este Principio para dominar, mediante símbolos sagrados COR-diales, conCOR-dantes con el objetivo macrocósmico, a sus feligresías; y éstas responden irracionalmente, PERO DE MA­NERA ESTRATÉGICAMENTE PREVISIBLE.
Aparte de la dependencia general a símbolos sagrados políticos, religiosos, etc., el pri­mer caso explica también situaciones particulares importantes. Por ejemplo, el enamoramiento vulgar del pasú, que no debe ser confundido con el A-mort de los Siddhas y viryas, tiene su origen en un símbolo sagrado, el de la mujer arquetípica, el "anima" de C. G. Jung, que se ha instalado en el corazón y se ha vitalizado con energía del sujeto irracional. El "enamoramiento" ocurre cuando el pasú proyecta inconscientemente, sobre cierta mujer, el símbolo del anima y lo reconoce luego, lo introyecta, identificado con la mujer de carne: el pasú cree, así, haber descubierto materializada a la mujer ideal. Sucede entonces un fenómeno clásico: el sujeto anímico evolutivo es eficaz para actuar racionalmente en toda situación salvo aquélla en que intervenga la amada de carne; en este último caso, frente a la mujer amada, se produce la ener­vación volitiva del sujeto anímico evolutivo y la conducta del pasú pasa a estar regida por las determinaciones irracionales del corazón.
2do. caso: Si el símbolo sagrado permanece en la esfera de sombra, es decir, en el in­consciente, COMO REPRESENTANTE AUTÓNOMO DE UN MITO, ello sólo puede ocurrir porque ha sido sostenido por UN SUJETO IRRACIONAL, sea el del corazón o cualquier otro.
El caso debe ser considerado como si el alma, además del sujeto anímico evolutivo, se manifestara EN EL SÍMBOLO SAGRADO y lo animara individualmente. Recordemos que algo similar ocurre con los chakras, que son también complejísimos símbolos donde el alma se manifiesta en una pluralidad de sujetos irracionales: la diferencia radica en que los chakras conforman la estructura astral del microcosmos, vale decir, están ligados, enlazados entre si, y los símbolos sagrados, por el contrario, disponen de relativa autonomía en la esfera de con­ciencia.
Naturalmente, un símbolo sagrado en la esfera de sombra, animado por un sujeto irra­cional, sólo puede ser una fuente de perturbaciones anímicas, volitivas psíquicas, etc.: está más allá del sujeto cultural, que es "ciego" para las imágenes, no posee la facultad de imaginar, pero más acá del sujeto consciente pues permanece oculto en la esfera de sombra como un "mito viviente", como un verdadero demonio interior, aunque sólo se trate de la representación autónoma de un mito. Siempre acechando al sujeto anímico evolutivo, tratará de dominarlo y tomar el control del microcosmos; y no habrá manera de prevenirlo porque su comportamiento será absolutamente irracional: emergerá en sueños o en la vigilia, o bien obsesionará in­conscientemente al sujeto, pero en todos los casos causará algún grado de neurosis. Digamos, por último, que muchos símbolos sagrados animados irracionalmente, como los del 2do caso, suelen ser reducidos por el psicoanálisis.
Segundo - Estudio energético de la emergencia del símbolo sagrado.
Consideremos ahora el caso en que el símbolo sagrado emerge efectivamente frente al sujeto consciente, de manera semejante al símbolo I' de la figura 21. De manera semejante PERO NO IGUAL, porque todo símbolo sagrado se caracteriza por una cualidad que no poseen los sím­bolos homólogos de conceptos habituales, tales como I'. Y esa cualidad es la siguiente: EL NIVEL DE ESTABILIZACIÓN ENERGÉTICA (Ψ1) DE TODO SÍMBOLO SAGRADO ES EL QUE CORRESPONDE A LA MÁXIMA ENERGÍA (E máx.).
Para esta explicación nos remitimos a lo dicho en el comentario decimotercero del articulo "F". Allí se vio que todo símbolo que atraviesa el umbral de conciencia efectúa una "transición energética" entre un nivel mínimo (E min.) y un nivel máximo (E máx.): en el nivel exacto del umbral de conciencia (Ψ) la energía es cero. Pues bien, el nivel máximo de energía es EL MÁS CERCANO AL UMBRAL DE CONCIENCIA y en ese nivel, levemente por en­cima de (Ψ), SE SITÚA TODO SÍMBOLO SAGRADO. Con el fin de visualizar el fenóme­no, recordemos que el umbral de conciencia es análogo a una superficie liquida, tal como un lago o el mar: la máxima energía con que un símbolo sagrado se manifiesta en la esfera de luz equivale, no a un pez volador que emerge y gana determinada altura para después sumergirse nuevamente, analogía que alcanza a todo símbolo NO SAGRADO o representación conscien­te, sino mas bien A ALGO QUE FLOTA, A UN MADERO, por ejemplo, cuya forma se ha hecho patente de pronto, ante nuestra vista, realzándose nítidamente sobre superficie liquida.
Recordemos que el tránsito de un símbolo se compone de "emergencia", hasta (Ψ1), y " proceso", a partir de Ψ: en (Ψ1) concluye la emergencia y comienza el proceso entelequial. Por tal motivo la figura analógica para el símbolo sagrado, EN EL NIVEL DE ESTABILIDAD ENERGÉTICA (Ψ1), corresponde a "algo que flota", vale decir, a un ejemplo "estático"; en la Segunda Parte veremos que al "Proceso" del símbolo sagrado le corresponde la figura analógi­ca de un globo que se infla, vale decir, un ejemplo dinámico.
Lo importante es comprender que cuando al símbolo sagrado emerge con máxima energía NO POSE POTENCIA ACTIVA, vale decir, ES TODO ACTO, "ACTUS PURUS", COMO UN DIOS. Por eso el irrumpir con gran claridad frente a la visión del sujeto conscien­te, su luz acaba por resultar cegadora e irresistible. Y la perplejidad que tal aparición causa en el sujeto es aprovechada por el mito para iniciar su proceso entelequial; pero esta fase del fenómeno será estudiada en la Segunda Parte.
En el artículo anterior consideramos, como ejemplo, el caso en que un símbolo sagrado emerge ESPONTÁNEAMENTE como efecto de la apercepción de cierta fantasía. Vimos allí que el símbolo se superpone, inicialmente, a la fantasía para luego sustituirla definitivamente en la objetividad del sujeto consciente. Mas ahora sabemos que todo símbolo sagrado se ma­nifiesta en la esfera de luz con máxima energía, apenas emergiendo del umbral de conciencia, y nos preguntamos ¿cómo ocurre dicha superposición si, por ejemplo, el símbolo I' de la fantasía se encuentra en un nivel energético diferente al del símbolo sagrado? Respuesta: la fantasía se desplazó hacia el símbolo sagrado hasta confundirse con él; para ello recibe energía DEL SÍMBOLO SAGRADO, quien se comporta, PARA EL SÍMBOLO, como un efectivo sujeto dominante. Sin embargo el sujeto consciente jamás consigue notar tal desplazamiento por ocu­rrir éste FRENTE A SU HORIZONTE DE VISIÓN. Para explicarlo analógicamente supon­gamos que, mientras observamos a un niño, se descorren las nubes y sale el sol JUSTO POR DETRÁS SUYO, de tal suerte que sólo percibimos un violento resplandor que nos ciega y juego no podemos distinguir ya su figura. Pues bien: inútil será que luego el niño nos jure que, DURANTE EL FENÓMENO, RETROCEDIÓ VARIOS PASOS; no lo habremos notado, CONFUNDIDO COMO ESTABA, el niño con el sol. De manera semejante la fantasía RE­TROCEDE frente la visión eidética del sujeto hasta confundirse con el símbolo sagrado, pro­duciendo la ilusión de que es ella misma quien se tornará súbitamente luminosa y animada.




H - El mito y el símbolo sagrado.

H - El mito y el símbolo sagrado.

En el artículo anterior, en el comentario Doce, estudiamos que toda representación consciente, al estabilizarse energéticamente y aparecer frente al sujeto, intenta desarrollar un proce­so entelequial. Ello se debe a que, por estar conformada por símbolos arquetípicos, se compor­ta de manera análoga a la proyección en el plano material de los Arquetipos universales y, como tal, tiende a la entelequia. Este proceso es en realidad, sólo la continuación del movi­miento iniciado en los Arquetipos invertidos en la memoria arquetípica por la razón; puede hablarse, con propiedad, de un solo fenómeno divido en varias fases:
Fase 1 - actualización de los Arquetipos invertidos como esquemas del ente; Fase 2 - representación racional (del es­quema del ente) sobre la Relación; Fase 3 - emergencia de la representación consciente; Fase 4 - desarrollo del proceso entelequial frente al sujeto consciente.
Naturalmente, la fase 4 es siem­pre interrumpida por la voluntad del sujeto, para mantener el control de la conciencia, una vez que ha obtenido suficiente conocimiento de la representación por su visión eidética. La capaci­dad del sujeto consciente de actuar volitivamente para desviar la atención de una representa­ción es señal de una elevada evolución en la estructura psíquica del pasú pues tal afirmación del sujeto sólo puede darse en un esquema de sí mismo de gran complejidad estructural: en un esquema de sí mismo que, justamente, se ha integrado con representaciones que han completa­do su ente­lequia en ausencia del sujeto y forman parte, aunque DESCONOCIDA, de la histo­ria del mi­crocosmos.
Estamos, entonces, en que un sujeto consciente altamente evolucionado, ha de ser capaz de evitar el proceso entelequial de las representaciones, proceso que éstas intentan desarrollar por ser, más allá de la imagen que representan, símbolos arquetípicos en plena actualidad. Sin embargo existe un tipo de representación, a la que hasta ahora no hemos estudiado, ante cuya ELEVADA ENERGÍA el sujeto consciente, aun "el mas evolucionado", no sólo es volitiva­men­te ineficaz sino que corre el riesgo de quedar irreversiblemente fragmentado o ser definiti­va­mente disuelto. Tan peligroso tipo de representación se denomina MITO y su imagen SÍM­BOLO SAGRADO. El mito y el símbolo sagrado serán objeto de extenso estudio en la Segun­da parte, en la cual se expondrá la manera de evitar el peligro mencionado y se explicará por qué es necesario, a pesar de todo, tratar con ellos. Aquí vamos a explicar el origen arquetípico de los mitos: es el mejor momento para hacerlo pues su manifestación en la conciencia guarda estrecha relación causal con la reproducción, por el sujeto consciente, de ciertas fantasías.
Recordemos el objetivo macrocósmico de la finalidad del pasú: ser postor de sentido en los entes. Para que pueda cumplir con tal finalidad el Demiurgo ha superpuesto a la finalidad entelequial de los entes una suprafinalidad para el pasú: un designio que debe ser descubierto y racionalizado en un lenguaje cultural y devuelto al ente mediante la expresión del signo.
No vamos a repetir lo ya estudiado en otros artículos; sólo resumiremos lo necesario para facilitar la explicación. En los entes, entonces, existen dos términos: uno universal que representa al Arquetipo universal y otro particular que responde al designio demiúrgico. Cuan­do el ente impresiona la esfera sensorial del pasú, la razón elimina, por comparación con la memoria arquetípica hereditaria, al término universal, es decir, confronta al Arquetipo uni­ver­sal del macrocosmos con el Arquetipo invertido del microcosmos. Así queda descubierto el designio como aquello del ente que trasciende la esfera sensorial y es interpretado esquemáti­camente por la razón. El designio es "la verdad" del ente y su esquema un enlace de la estructu­ra cultural al que llamamos Relación entre Principios. El Principio, o nudo, al que se enlaza la Relación o esquema del ente es, naturalmente, la actualización del Arquetipo invertido elimi­nado durante su descubrimiento. Mas un Principio, o símbolo simple, no puede ser jamás re­presentado porque su potencia pasiva no posee referencia a sí mismo; sin embargo una réplica suya puede integrar el esquema del ente en calidad de elemento sémico, en cuyo caso se deno­mina: "símbolo arquetípico". Y estos símbolos arquetípicos que componen las representacio­nes son los que impulsan, sin perder la integridad estructural de la imagen esquemática, el pro­ceso entelequial frente al sujeto consciente.
Pero regresemos al designio. Quizá por el tratamiento crítico que hemos hecho en este libro sobre la obra del DEMIURGO no se haya evidenciado lo suficiente la importancia que éste ha designado al ser-para-el-hombre de los entes, al designio revelador de su omnipotencia creativa. Si esto es así vamos a corregir aquí ese error afirmando que el designio de los entes constituye un acto de extrema gravedad en la ejecución del Plan evolutivo del Universo: un macrocosmos designado en todos sus entes y un microcosmos que evoluciona descubriendo los designios y poniendo sentido en los entes es motivo de su Placer. Las estructuras de los entes materiales, se van transformando por la acción colectiva del hombre en superestructuras de objetos culturales, en superestructuras en las que los objetos están ligados por el amor, por el impulso evolutivo hacia la perfección final. La espera del Demiurgo está puesta justamente en esa transformación amorosa del Universo que consiste en el descubrimiento continuo de su obra. Con esto queremos significar que el designio de los entes es la Palabra del Demiurgo. Su Verbo creador, su Logos espermático, su Poder plasmador, ha sido aplicado allí, en cada de­signio, con la intención de concretar la más elevada empresa: conseguir que el microcosmos ponga sentido continuo en el macrocosmos mientras el Plan evolutivo se desarrolla, impulsado por la Voluntad de su Conciencia-Tiempo, hacia la entelequia Maha Pralaya.
Por consiguiente la suprema importancia con que el Demiurgo ha designado a los entes prevee que, a través de estos, el hombre acceda a la entraña de su Plan. No se debe creer, desde luego, que el hombre sólo conoce de los entes una mera apariencia, tal como pretende la inge­nuidad racionalista de muchos pensadores. En realidad cada designio es parte del Plan que contiene, paradójicamente, a todo el Plan: es la Voluntad del Demiurgo que el hombre conozca y admire su Plan.
Así, cuando el ente interesa la sensibilidad, ese formidable mensaje cósmico que es el designio, PENETRA COMPLETO, ES DESCUBIERTO TOTALMENTE POR LA RAZON, E INTERPRETADO POR ELLA. ¿Qué ocurre, entonces? ¿Por qué el hombre ignora habi­tualmente gran parte de un conocimiento que ya posee? Respuesta: porque el descubrimiento del designio corresponde al objetivo macrocósmico de la finalidad el cual exige, también, que la verdad revelada PUEDA SER EXPRESADA SOCIOCULTURALMENTE. Vale decir, para cumplir con la finalidad no basta con descubrir el designio: hay que poder expresarlo con un signo cultural, un signo que debe estar comprendido por un lenguaje comunitario. A fin de lograrlo el demiurgo ha dispuesto que LA TOTALIDAD DEL DESIGNIO pueda ser interpre­tado y esquematizado por la razón, permitiendo que en el microcosmos se refleje la totalidad del plano arquetípico del macrocosmos; ésta es, por supuesto, la memoria arquetípica o cerebro donde la razón aplica el designio para confrontarlo con los Arquetipos invertidos y construir el esquema.
Si recordamos ahora cuanto se ha dicho en el inciso anterior sobre el esquema típico xx la respuesta se hará más clara aún. Pues, si bien el esquema xx contiene TODA la verdad del ente, el sujeto cultural sólo nota una parte de ella como concepto xx de un lenguaje. Y la repre­sentación correspondiente, según vimos, es una imagen homóloga del concepto, un relieve significado notado en el plano de significación horizontal de un lenguaje. Pero, aunque la fa­cultad traductiva del sujeto cultural disponga de la posibilidad de notar el esquema del ente en todos los planos de significación oblicuos, SÓLO LO HARÁ EN AQUELLOS CONTEXTOS SIGNIFICATIVOS PERTENECIENTES A LENGUAJES SOCIOCULTURALES, de acuerdo con el objetivo macrocósmico de la finalidad; desde luego: la evolución de las culturas permite que permanentemente se vayan notando "nuevos" aspectos de la verdad del ente; pero jamás, en toda la historia del pasú, éste ha llegado siquiera a acercarse a una aprehensión completa de la verdad del ente y mucho menos a expresarla culturalmente.
Es hora que nos preguntemos que tiene todo esto que ver con los mitos. Respuesta: los mitos son aspectos desconocidos de la verdad de ciertos entes, que resultan sorpresivamente notados por el sujeto cultural como efecto de las flexiones que el sujeto consciente realiza para conocer a ciertas fantasías. Por supuesto, lo explicaremos paso a paso.
Ya estudiamos que un esquema contiene infinidad de aspectos desconocidos, de mo­mento, para el sujeto cultural. La respuesta nos dice que tales facetas pueden constituirse en mito por causa de las fantasías. Antes de encarar la descripción de este fenómeno debemos saber más sobre AQUELLO QUE PERMANECE OCULTO en el esquema de un ente, en su verdad.
En principio si el designio es TODA la verdad del ente, si nada más podría llegar a sa­berse de el porque el Demiurgo nada ha reservado para sí, salvo el secreto único de los Arque­tipos universales que el hombre no debe conocer "pues se convertiría en Dios", debemos asu­mir que en el mismo designio, en su constitución íntima existe un orden jerárquico, una escala de valor análoga a las octavas musicales cuyas notas resuenan de manera diferente de acuerdo a la calidad del oyente. Lo repetimos, en el designio no está sólo aquel aspecto que el hombre habitualmente conoce del ente sino UNA ESCALA DE FASES FORMATIVAS QUE VAN DEL DEMIURGO AL ENTE. Particularmente nos interesan las fases que parten desde el Ar­quetipo universal, invisible para el hombre, y llegan hasta la apariencia más exterior del ente, AQUÉLLA QUE, JUSTAMENTE, PRIMERO ES CONOCIDA POR EL SUJETO CULTU­RAL. Pero el Arquetipo universal es, en cierto modo, DIOS EN EL ENTE o EL DIOS DEL ENTE. La primera operación de la razón elimina el Arquetipo universal y descubre el designio del ente, el ser-para-el-hombre del ente, que consiste en un mensaje, una Palabra del Demiurgo que revela TODO sobre el ente...SALVO EL ARQUETIPO UNIVERSAL, EL DIOS DEL ENTE, EL TÉRMINO DIVINO DE LA ESCALA REVELADA. Sin embargo en la memoria arquetípica existen copias invertidas de todos los Arquetipos universales y, al eliminar del ente su Arquetipo, la razón actualiza en la estructura cultural el Arquetipo invertido correspondien­te COMO NUDO o PRINCIPIO. Por eso los Principios, aunque irrepresentables en la imagi­nación, representan para el entendimiento, para la intuición racional, A LOS DIOSES DE LOS ENTES EN EL MICROCOSMOS. Así, por ejemplo, los números y las notas musicales para los pitagóricos; o los principios desconocidos cuya manifestación era, por ejemplo, el fuego, el agua, el aire, el logos, etc., para otros filósofos antiguos. Pero el objetivo macrocós­mico de la finalidad exige que el significado sea proyectado por la expresión como signo sobre los entes, como el "sentido" puesto en los entes: cuando la proyección de símbolos arquetípicos, que representan a Principios, no es advertida por causa del daltonismo gnoseológico suele ocu­rrir que los Principios son reconocidos en los entes externos e introyectados como propiedades del macrocosmos. O sea los Principios del microcosmos, proyectados sobre los entes del mundo, son redescu­biertos y confundidos con "principios universales del macrocosmos". Se trata, desde luego, de una simple miopía mental que conduce a las más absurdas e inverificables teorías: la realidad de los números, por ejemplo, es propia del microcosmos y tarea inútil es tratar de derivar de ellos el orden del mundo; sólo el conocimiento de los Arquetipos universales brindaría esa posibili­dad pero tal saber está vedado para el sujeto anímico del pasú; el virya, en cambio, por dispo­ner de un Espíritu infinito, aunque, confuso, TIENE LA POSIBILIDAD METAFISICA DE CONTEMPLAR EL DEMENCIAL ESPECTÁCULO DEL PROCESO ENTELEQUIAL CÓSMICO...Y DE OPERAR CONTRA ÉL; PARA ESO WOTAN LE ENTREGÓ LAS RUNAS QUE PERMITEN RESIGNAR LOS DESIGNIOS.
Vayamos ahora al esquema del ente e indaguemos: si el designio entraña una gama de notas que van desde el Demiurgo al ente, de la cual se ha eliminado el término universal del Arquetipo universal ¿cómo interpreta la razón esta ausencia?, vale decir, ¿compone el esquema dejando un vacío o lo completa de alguna forma? Respuesta. En cierto modo ya lo hemos ade­lantado cuando expusimos que las Relaciones se enlazan CON TODOS LOS PRINCIPIOS QUE INTERVIENEN EN SU ESQUEMA SÉMICO. Dijimos entonces, en el articulo "D" del inciso anterior, que si bien un Principio, por su potencia pasiva, es irrepresentable para el suje­to y sistemáticamente irreductible, sin embargo su forma sémica puede estar integrada en el esquema como uno de los elementos esenciales de su subestructura; en tal caso se denomina: SÍMBOLO ARQUETÍPICO y se diferencia del Principio homólogo en la potencia y en la cua­lidade estructural; un Principio posee potencia pasiva y es un nudo de la estructura cultural; un símbolo arquetípico posee potencia activa y es PARTE de la subestructura interna de una Relación que es, a su vez, enlace de la estructura cultural. Es decir: un símbolo arquetípico, homólogo a un Principio, puede integrar el esquema de éste como elemento esencial de su subestructura interna. La respuesta buscada es, al fin: LA RAZÓN INTRODUCE EN EL ES­QUEMA DEL ENTE, EN AQUEL LUGAR DEL DESIGNIO QUE CORRESPONDE AL DIOS DEL ENTE, ES DECIR, AL ARQUETIPO UNIVERSAL SUPRIMIDO, UN "SÍMBOLO ARQUETÍPICO" HOMÓLOGO DE AQUEL PRINCIPIO QUE SE ACTUALI­ZÓ CUANDO FUE ELIMINADO EL ARQUETIPO UNIVERSAL.
Esto significa que en todo esquema de un ente externo existe, en algún lugar de su es­tructura, un símbolo arquetípico que ocupa el sitio del Arquetipo universal, del Dios del ente. Y no es difícil advertir que tal lugar está primero en el orden jerárquico del designio y, por lo tanto, último en el orden del conocimiento humano. Con términos de la analogía estructural podemos decir que la facultad traductiva del sujeto cultural tendría que acceder A UN PLANO DE SIGNIFICACIÓN DE MÁXIMA OBLICUIDAD para notar el símbolo arquetípico del Dios del ente. Pero si ello ocurriese, significaría que el símbolo ha sido notado EN EL CON­TEXTO DE UN LENGUAJE ABSOLUTAMENTE NO SOCIOCULTURAL, ES DECIR, DESCONOCIDO PARA EL RESTO DE LA COMUNIDAD CULTURAL. En ese caso el sujeto se enfrentaría con la revelación del Dios del ente como CONCEPTO de un lenguaje desconocido al que no podría entender ni comprender. Claro que, normalmente, el sujeto cultu­ral del pasú rara vez se aparta de la seguridad gnoseológica que le brindan los lenguajes socio­culturales y, desde luego, teme y evita conocer POR SÍ MISMO aquella parte aún oculta de la verdad del ente.
Podemos entender mejor, ahora, aquella respuesta sobre los mitos: "son aspectos desco­nocidos de la verdad de ciertos entes" ¿Por qué "de ciertos entes" y no de TODOS los entes? Porque nos estamos refiriendo tácitamente a los mitos CONOCIDOS, vale decir, aquellos que alguna vez se manifestaron y de los cuales tenemos noticias. En rigor de la verdad, TODO ESQUEMA guarda en su interior un símbolo arquetípico del Dios del ente. Pero a nosotros nos conviene recurrir a aquellos ejemplos de mitos que son evidentes y significativos por su periódica aparición en la Historia de la humanidad. Para ello, aunque podríamos extendernos en múltiples ejemplos, vamos a considerar solamente a LAS FUERZAS DE LA NATURA­LEZA, el frío, el calor, el viento, la luz, la oscuridad, etc., y a LOS ANIMALES, el águila, el león, el pez, etc.
Estos entes son por todos conocidos pues existen, en todas las culturas, conceptos com­partidos colectivamente que los comprenden. Sin embargo, más allá del contenido de tales conceptos socioculturales, en una connotación insólita, cada tanto se manifiesta el símbolo arquetípico del Dios del ente como un concepto notado en el contexto de un lenguaje que es incomprensible para el entendimiento vulgar: sólo para algunas elites iniciáticas el lenguaje del mito ha llegado a ser habitual; pero ese es otro tema. Aparece así un Dios Hielo, un Dios Fuego, un Dios Viento, un Dios de Luz, un Dios de Tinieblas, etc., o bien un Dios Águila, un Dios León, un Dios Pez, etc.
Los mitos son producidos, entonces, por manifestaciones de los símbolos arquetípicos del Dios del ente. Pero los símbolos arquetípicos son SÍMBOLOS SIMPLES, irreductibles como sus Principios homólogos, y los Dioses por ellos representados son también "Dioses simples". Toda la complejidad formal que suelen presentar los mitos se debe a que han sido adornados de leyenda para neutralizar su poder. Con la leyenda, que naturalmente pertenece al lenguaje común, se aprisiona el mito dentro de limites conocidos y seguros, y se lo degrada al nivel de comprensión del vulgo: en lugar de avanzar en el conocimiento desde lo inferior a lo superior, respetando la escala jerárquica, se rebaja lo superior a lo inferior y se lo cubre de costra cultural. Sobre esta actitud vulgar hacia los mitos se tratará ampliamente en la Segunda Parte. Agreguemos únicamente que, según es evidente, LOS MITOS NO SON HEREDITA­RIOS: LO QUE SE HEREDA ES LA MEMORIA ARQUETÍPICA CON LA CUAL SE CONSTRUYEN LOS MITOS. Naturalmente, estos "mitos" son los que la Psicología Analíti­ca de C. G. Jung identifica como ARQUETIPOS COLECTIVOS PERSONALES. Los mitos no deben ser confundidos con los "Arquetipos colectivos universales" o "MITOS", que son propios del macrocosmos: los MITOS corresponden a un tipo de Arquetipos Manú cuyo proceso se desa­rrolla en las superestructuras de hechos culturales y que aquí solemos denominar, también, "Arquetipos Psicoideos".
Estudiemos, a continuación, el fenómeno de producción de un mito desde el punto de vista del sujeto consciente. La causa de su emergencia radica, tal como adelantamos, en ciertas fantasías; comencemos, pues, por su examen. Hay que dejar bien en claro, ante todo, que las fantasías proceden de la esfera de sombra al igual que las representaciones conscientes. Tal como se observa en la figura 21 la esfera de conciencia se compone de la esfera de luz y de la esfera de sombra; las representaciones conscientes con símbolos que emergen desde la estruc­tura cultural como imágenes en la esfera de luz, frente al sujeto consciente; pero las fantasías se originan en el esquema de si mismo o esfera de conciencia. Naturalmente, esto implica que las fantasías PODRÍAN proceder también de la esfera de luz: pero ello ocurre solamente en los casos de una elevada evolución del microcosmos, cuando el sujeto consciente se halla altamen­te individualizado y la esfera de sombra ha sido notablemente consciencializada o reducida a esfera de luz. Pero en el caso general que estamos considerando, del pasú en el momento del encadenamiento espiritual, la esfera de luz o conciencia es apenas una finísima capa superficial sobre la esfera de sombra: como parte del esquema de sí mismo, esta capa no posee suficiente material simbólico para configurar las imágenes habituales de las fantasías. Por el contrario, la esfera de sombra es un estructura pletórica de símbolos pues en ella se encuentra representada permanentemente gran parte de la historia del microcosmos.
Las fantasías emergen de la esfera de sombra, es decir, del INCONSCIENTE, "a re­querimiento del sujeto consciente": esto también debe quedar en claro. Las fantasías son un producto de la voluntad del sujeto consciente y, por ello, están referidas a él, a diferencia de las representaciones conscientes cuya primera intención las refiere únicamente a sí mismo. El contenido de una fantasía es, por definición, IRREAL; en esto también se diferencian de las representaciones conscientes, que siempre representan a entes externos -y a veces a entes inter­nos, pero tan reales como los externos. Pues bien: cuando más irreal sea el contenido de una fantasía, cuanto menos corresponda con hechos o entes reales, más EXTRAÑEZA provocará a la razón su interpretación.
Es comprensible: la razón está habituada INSTINTIVAMENTE a operar con entes ex­ternos, a descubrir a sus designios y a interpretarlos arquetípicamente; pero con este "operar" la razón progresa en el conocimiento de la realidad siguiendo un patrón evolutivo insalvable: primero se debe saber, por ejemplo, que es un color antes de clasificarlo por septenas, es decir, primero hay que llegar A LA IDEA DEL COLOR, abstrayendo tal cualidad de la realidad, antes de descubrir su pluralidad; del mismo modo podemos afirmar que sin conocer previa­men­te al caballo, sin diferenciar su entidad de la realidad, nadie lo hubiese jamás monta­do; ni tampoco podría nadie entender el significado de una palabra escrita sin conocer previa­mente los signos de las letras. Este orden inevitable, que debe seguir la razón para progresar en el conocimiento de la realidad, es el que se ve alterado por la irrealidad de la fantasía.
Pero las fantasías, por otra parte, son un grado superior de la facultad de imaginar y constituyen, en el microcosmos, el instrumento de la CREACIÓN. Por una fantasía, que repre­senta un hecho evidentemente irreal, el sujeto consciente puede anticipar un hecho real, supe­rando el orden progresivo y sistemático que la razón impone al conocimiento. Es sabido que muchas teorías fantásticas han sido verificadas empíricamente, que muchos hechos imaginados ocurren realmente y que infinidad de fantasías son, LUEGO, verificadas por la realidad. Sin embargo, que las fantasías lleguen a corresponderse en algún momento con la realidad, no es ni mucho menos su rasgo distintivo; por el contrario lo habitual en ellas es que parecen com­placerse en escandalizar a la razón. Si hemos mencionado su contribución a la invención de las teorías, o a la anticipación de hechos, es sólo para mostrar que, aún cuando la razón sea sobre­pasada en primera instancia por las fantasías, se encuentra familiarizada con ellas en virtud de las verificaciones o descalificaciones a que finalmente las somete.
Si se ha comprendido que toda fantasía, en la medida de su irrealidad, provoca una perturbación en la razón, habremos adelantado bastante en la explicación. Recordemos que, frente a la fantasía, las flexiones del sujeto consciente dirigidas a conocerla son interpretadas por la razón como una interrogación, a la cual responde cotejando la IMPRESIÓN que la fan­tasía ha causado en el sujeto con los Arquetipos de la memoria arquetípica. De esa aplicación surge un esquema que se transfiere a la estructura cultural, adonde el sujeto cultural lo vivencia y torna inteligible como concepto de un lenguaje. La representación consciente de dicho concep­to se superpone y confunde con la fantasía. Como efecto de tal enmascaramiento la fantasía pierde gran parte de su carácter irreal y se transforma en un objeto racional e inteligible, adap­tado a la visión sociocultural del sujeto consciente. Claro, esto en el mejor de los casos, cuando el contenido de irrealidad es fácilmente asimilado por la razón. Pero ¿qué ocurre cuando la fantasía alude a hechos u objetos cuya evidente irrealidad resulta absolutamente injustificable para la razón? Respuesta: la razón resulta perturbada en grado sumo por la presencia de un ser extraño, que no se deja interpretar con los Arquetipos habituales, correspondientes al orden progresivo del conocimiento de lo real. El ser de fantasía requiere, para su esquematización, que la razón afecte Arquetipos poco conocidos o, quizá, completamente desconocidos, es decir, Arquetipos que nunca antes fueron vistos INDIVIDUALMENTE en los designios de los entes (recordemos que en cada designio están TODOS los Arquetipos, aunque combinados de dife­rente manera). La actualización de tales Arquetipos insólitos en la estructura cultural configura el esquema de la fantasía: concluye allí la operación de la razón. Le toca ahora al sujeto cultu­ral vivenciar y tornar inteligible al esquema de la fantasía.
Hagamos un alto en la explicación para poner en claro la manera en que el esquema de la fantasía se transfiere a la estructura cultural. Hay que destacar, ante todo, que el hecho de que la fantasía constituye para la razón un ser extraño, no implica necesariamente que su es­quema haya de ser estructurado "como el esquema de un ente" en la estructura cultural. Esto podría ocurrir en alguna ocasión, pero lo más probable es que el esquema de la fantasía SE TRANSFIERA COMO "ACTIVACIÓN DEL ASPECTO OCULTO" DE UN ESQUEMA EXISTENTE. El motivo es que las fantasías, aun cuando su grado de irrealidad sea muy gran­de, siempre aluden en alguna medida a la realidad óntica, a hechos o entes cuyos esquemas ya están integrados en la estructura cultural. En este caso, lo que ocurre es que ciertos Arquetipos insólitos, correspondientes con propiedades de la fantasía, se actualizan en un esquema ya existente, pero en un sitio remoto de "la escala formativa que va del Demiurgo al ente". Con otras palabras: aquellos Arquetipos insólitos, propios de la fantasía, ACTIVAN CIERTOS SÍMBOLOS ARQUETÍPICOS DE UN ESQUEMA EXISTENTE, UBICADOS EN UN PLANO SIGNIFICATIVO DE MÁXIMA OBLICUIDAD.
Con el fin de otorgar definitiva claridad al estudio de los mitos vamos a referirnos, a partir de aquí, a un ejemplo concreto: la fantasía consistirá en la imagen de UN PEZ; UN GRAN PEZ PROVISTO DE FORNIDOS BRAZOS Y ENORMES ALAS, DE AVE, DES­PLEGADAS. Las conclusiones a que arribemos, basadas en la fantasía del "pez alado", po­drán ser extendidas, desde luego, a todo mito.
Consideremos, pues, que "el pez emerge del agua e inicia un majestuoso vuelo", vale decir, emerge del inconsciente, de la esfera de sombra, y se presenta ante el sujeto consciente que es quien lo ha requerido sin saberlo. A la perplejidad inicial sigue la inflexión del sujeto consciente hacia el objeto fantástico con intención cognoscitiva. Y a esa flexión del sujeto responde instantáneamente la razón, interpretando arquetípicamente al ser de la fantasía. Natu­ralmente, el fundamento de la interpretación racional será el designio del pez, ya conocido, esquematizado y estructurado. Si, la fantasía se corresponde en gran medida con el esquema del pez, mas ¿en qué parte del designio íctico existen signos antropomorfos, brazos y alas? Sin dudas en la parte superior de la escala formativa, muy cerca o en el mismo lugar del símbolo arquetípico del Dios del ente. Pero estos símbolos, que YA ESTÁN en el esquema del pez, se encuentran alejados del término monádico del pez, de aquel aspecto del pez considerado "real" por la cultura porque coincide con la forma de salmones y merluzas. Por eso el proceso es el siguiente: la razón, extrañada por la fantasía del pez, explora el esquema del pez y activa un símbolo remoto de su subestructura que no corresponde a la imagen de un pez real pero que ocupa un lugar en la escala formativa del designio, es decir, que pertenece a la verdad del ente-pez. Recordemos que el contenido del designio es un Plan cuya composición consta de una escala formativa arquetípica. De esta manera concluye la operación de la razón; le toca ahora al sujeto cultural vivenciar y tornar inteligible al esquema de la fantasía.
La operación de la razón, en respuesta a la interrogación del sujeto consciente, ha cau­sado que en la estructura cultural se "ilumine" el sistema del pez. Observemos ahora como reacciona el sujeto cultural.
La actualización de un sistema, su "iluminación", motiva al sujeto para experimentar su vivencia: hemos visto que, en estos casos, el sujeto cultural se sitúa SOBRE el sistema, con el fin de vivenciar el esquema de la Relación. Pero el sujeto cultural ¿de donde procede? ¿Cómo llega hasta el sistema iluminado? Respuesta: indudablemente, salvo casos de anormalidad ex­trema, el sujeto cultural se encuentre SOBRE LA ESTRUCTURA HABITUAL (ver articulo "G" del inciso anterior), EN EL PLANO DE SIGNIFICACIÓN HORIZONTAL DEL LEN­GUAJE SOCIOCULTURAL. Para "llegar" al sistema iluminado el sujeto cultural se desplaza horizontalmente por la estructura cultural SOBRE EL PLANO DEL LENGUAJE HABI­TUAL. Pero este "llegar" al sistema sobre un plano horizontal implica que el esquema será notado en su contexto, es decir, que será experimentado como concepto del lenguaje habitual. En nuestro ejemplo, el sujeto cultural notará el concepto habitual de pez, que solo es un aspecto del esquema-pez, de la verdad del pez.
En principio, entonces, el sujeto cultural produce la representación racional de un pez, símbolo homólogo al concepto estructural de del pez. Y como la potencia activa de la Relación refiere toda representación a sí mismo, el símbolo del pez emerge a la conciencia y se superpo­ne a la fantasía del pez alado. Desde luego, todo esto ocurre muy rápidamente. Ahora bien, "EL SÍMBOLO" del pez, que emerge como representación consciente, si bien expresa la ima­gen habitual del pez, SE ENCUENTRA SOSTENIDO, FUNDAMENTADO, POR "EL SIGNIFICADO PROPUESTO".
Recordemos que, cuando el sujeto cultural experimenta la vivencia del concepto estruc­tural, el pensamiento consiste en un juicio sintético (a priori) sobre el pez. La representación del concepto es un símbolo fundado sobre un significado PROPUESTO por la facultad traduc­tiva. Por eso el símbolo del pez, que emerge y se superpone a la fantasía-pez, se compone de la imagen habitual del pez y de la PROPOSICIÓN SIGNIFICATIVA del concepto pez.
Retomemos el punto de vista del sujeto consciente. Frente a él se encuentra un objeto ideal HACIA EL QUE SE HA DIRIGIDO SU ATENCIÓN. Surge entonces la representación consciente del pez y, en un movimiento casi inadvertible, ENMASCARA al objeto ideal. En­tonces ocurre el siguiente efecto: el sujeto descubre "de pronto" que el objeto es significativo, lo reconoce como "pez", ENTIENDE EL SIGNIFICADO "COMO SI OYERA UNA PRO­POSICIÓN QUE DICE: ES UN PEZ".
Aquí vamos a interrumpir la explicación para hacer una advertencia. Si el pasú es "duro de mollera", vale decir, si su esfera de conciencia no está muy desarrollada, se contentará con una primera aproximación racional de la fantasía; si es que realmente logra imaginar alguna. Esta primera aproximación es la que recién hemos visto: a la fantasía de un pez alado la razón opuso la imagen de un pez real. Ante un caso semejante muchos serán los "mentecatos" que aceptarán con indiferencia que el objeto ideal corresponde efectivamente con un pez real, apartando con prudencia la atención de tan perturbadora imagen. Como a esta clase primitiva de personas jamás se manifestará un mito vamos a suponer, para continuar con la explicación, que el pasú de nuestro ejemplo presenta una gran evolución de la esfera de conciencia. Sin embargo no podemos dejar de señalar que la actitud más común es la de no avanzar demasiado en el conocimiento de las fantasías y que la manifestación del mito corresponde, por el contra­rio, a los casos de mas fértil imaginación.
El sujeto consciente descubre, pues, que el objeto ideal ES UN PEZ. Sin embargo esta respuesta no satisface: el enmascaramiento racional no es completo y, tras la imagen del pez, se advierte algo extraño, un contenido no contemplado en el significado proposicional. Las pro­piedades de la fantasía que no alcanza a cubrir la definición del pez son, evidentemente, los brazos y las alas: en la descripción proposicional del pez, es decir, en el significado de la re­presentación, no hay brazos ni alas; por consiguiente estas partes de la fantasía carecen, de momento, de significado. Pero toda representación consciente representa a un concepto, vale decir, a un símbolo incompleto ¿podrían existir en el RESTO del esquema los miembros bus­cados, brazos y alas? Respuesta: Tal como ya se adelantó, el esquema consiste en la interpre­tación del designio e incluye a las escalas formativas arquetípicas en su composición sémica; por lo tanto, puede afirmarse que en su subestructura están TODOS los símbolos, incluso los brazos y las alas del pez.
Aquí vamos a interrumpir nuevamente la explicación para hacer otra advertencia. Hay una función de las facultades de los sujetos que podría intervenir en el caso anterior y solucio­nar el problema DISOCIANDO aquellas partes de la fantasía que exceden a la descripción proposicional. Antes de continuar con el fenómeno del mito debemos comprender y descartar tal posibilidad. Las facultades del sujeto anímico cumplen con la "función de asociar" de ma­nera característica, según la estructura en la que éste se manifieste. Observaremos a continua­ción, en que consiste la "función de asociar" para la razón, el sujeto cultural y el sujeto cons­ciente.
El sujeto racional o razón dispone de la facultad cognoscitiva racional. Las operaciones que la razón efectúa con los entes las ejerce con su facultad racional mediante las funciones de asociar y disociar: la COMPARACIÓN, es decir, la primera operación, es una ASOCIACIÓN entre el ente y la memoria arquetípica para causar la DISOCIACIÓN del Arquetipo Universal; la INTERPRETACIÓN, es decir, la segunda operación, es la ASOCIACIÓN del designio con la memoria arquetípica para construir el esquema; etc.
El sujeto cultural dispone de la facultad traductiva. Por medio de la misma es capaz de notar el significado del esquema, en el contexto significativo de un lenguaje, como "concepto estructural" o "tajada" de la Relación. Pues bien, como ejemplo de la función de ASOCIAR sólo vamos a mencionar algunas operaciones que la facultad traductiva permite ejercer al suje­to. Siempre EN EL MISMO PLANO CONTEXTUAL DE UN LENGUAJE, en efecto, el su­je­to puede ASOCIAR CONCEPTOS: por CONTIGUIDAD (o ley de falsa connotación); por SEMEJANZA FORMAL (o ley de homonimia); por SEMEJANZA DE SIGNIFICADO (o ley de sinonimia); por HOMOLOGÍA ESTRUCTURAL (o ley de reducción sistemática); por ORDINALIDAD (o ley de causalidad); por CARDINALIDAD (o principio de valor); por CONTRASTE U OPOSICIÓN (o ley dialéctica); etc. Como vemos, la función de asociar es una herramienta de gran complejidad y alcance para la facultad traductiva. Su complemento, la función de DISOCIAR, hace posible, por otra parte, la ABSTRACCIÓN ESTRUCTURAL, vale decir, la NOTACIÓN de cierta forma sistemática particular dentro de un sistema general de conceptos.
Pero la función de asociar es también propia de la facultad de imaginar. Por su inter­medio el sujeto consciente puede ASOCIAR IDEAS, DISOCIARLAS, Y ABSTRAER CUALIDADES dentro de una misma idea. Sin embargo, teniendo presente la unidad esencial del sujeto anímico, hay que considerar a la "ASOCIACIÓN" como UNA ÚNICA FUNCIÓN que se va ampliando a medida que evolucionan las estructuras de la psique. Con otras pala­bras, hay que considerar que, EN CADA FACULTAD, SE AGREGA A LA FUNCIÓN DE ASOCIAR QUE LE ES PROPIA EL ALCANCE DEMOSTRADO EN LA ESTRUCTURA INMEDIATAMENTE INFERIOR: así, la función de asociar, disponible al sujeto cultural, AGREGA a sus posibilidades de vincular conceptos en la estructura cultural también las po­sibilidades de que disponía el sujeto racional de vincular Arquetipos en la memoria arquetípi­ca. Y la función de asociar, propia de la facultad de imaginar, pone a disposición del sujeto consciente, ADEMÁS DE LA ASOCIACIÓN DE IMÁGENES, la posibilidad de vincular símbolos arquetípicos, conceptos, afectos, etc. Esto se comprobará mejor si tenemos presente que el más elevado pensamiento que pueda mentar el pasú, el pensamiento consciente, tiene como contenido a la IDEA, la cual se compone de IMAGEN y SIGNIFICADO: la "imagen", que es la "representación" de un concepto estructural, se fundamenta en un significado de forma "proposicional", es decir, en una descripción conceptual definida en un lenguaje habi­tual. El sujeto consciente puede, entonces, asociar no sólo lo formal imaginado sino también lo funda­mental conceptuado; y esto último puede hacerlo del mismo modo con que la facultad traducti­va asociaba conceptos: por contigüidad, semejanza, homología, etc. Pero hay más aún. La es­tructura cultural ocupa parte del espacio analógico de las esferas AFECTIVA y racional, quie­nes se encuentran compenetradas entre sí y forman la esfera de sombra. Hasta ahora hemos estudiado la estructura cultural desde el punto de vista racional PERO NO HAY QUE OLVI­DAR QUE CADA ELEMENTO SUYO, CADA PRINCIPIO, CADA RELACIÓN, CADA SISTEMA, POSEE UN CONTENIDO AFECTIVO ESENCIAL. En toda idea, como compo­nente de la "primera intención", que dirige la representación "INTELIGIBLEMENTE" hacia sí mismo, hay una REFERENCIA AFECTIVA que apunta "IRRACIONALMENTE" hacia el corazón. Tal referencia afectiva es ESENCIAL de toda idea, vale decir, no puede ser eliminada sin destruir el ser del objeto ideal; por consiguiente es percibida por el sujeto consciente como una propiedad objetiva, como una NOTA EMOCIONAL característica. Por eso dijimos más atrás que el sujeto consciente tiene la posibilidad de "asociar afectos": porque la distinción de las notas emocionales características de las ideas puede constituir el motivo de su asociación. Naturalmente, lo afectivo depende siempre de la valoración particular, de tal modo que la aso­ciación de ideas "por su nota emocional característica" podría involucrar casos sin validez ge­neral: por ejemplo, "el dos de julio de 1981, junto a la estatua de Palas Atenea", asociación de ideas que no significa nada salvo para aquélla que justo ese día y en ese lugar recibió su primer beso de amor... Por el contrario, existen ideas universales cuya vinculación produce una conno­tación afectiva que hace posible asociarlas por su nota emocional pero cuya INTENSIDAD varía particularmente de un pasú a otro: por ejemplo, "madre e hijo", ideas cuyo contenido emocional concomitante es característico de cada pasú, más allá de la obvia vinculación genea­lógica que denotan ambos conceptos; o "lágrimas" y "dolor", "día" y "feliz", etc. 
Hemos de continuar, ahora, la explicación sobre el origen de los mitos, luego de excluir la posibilidad de que en nuestro ejemplo intervenga la "función de asociar" PARA VINCULAR, A LA IMAGEN DEL PEZ, LA IMAGEN DE UNOS BRAZOS Y ALAS. Si tal cosa ocurrie­ra, si la fantasía fuese descompuesta por el sujeto consciente en un conjunto de ideas asocia­das, jamás podría producirse la manifestación del mito. La explicación se basa, pues, en el su­puesto de que, frente a la insuficiencia de la primera aproximación racional, la imagen del pez real que NO contiene significado conceptual para los brazos y las alas, el sujeto consciente mantiene su actitud interrogante.
¿Qué sucede, entonces? Respuesta: el sujeto cultural se compenetra más profundamente del concepto, procurando dar con símbolos que describan y otorguen significado a los brazos y alas de la fantasía. En esta fase el fenómeno debe ser observado con mucho detalle. Por ejemplo, de la respuesta se infiere que, en esa compenetración con el concepto estructural, en ese internarse en su profundidad, el sujeto cultural va produciendo UN FLUJO DE RE­PRESENTACIONES CONSCIENTES, cada una mas "ajustada" formalmente a la fantasía que la anterior. Como consecuencia de este flujo de imágenes, que se superponen una tras otra a la fantasía, el sujeto consciente advierte que el objeto ideal cambia permanentemente frente a su visión eidética, se aclara, se torna a cada instante más significativo. Y en esta apercepción dejamos, por ahora, al sujeto consciente.
Pero la razón, desde el momento en que iluminó al esquema del pez, YA SEÑALÓ AL SÍMBOLO ARQUETÍPICO QUE CORRESPONDE CON EL PEZ ALADO DE LA FAN­TASÍA. Si tal símbolo se encuentra dentro del esquema del pez, pero fuera del concepto habi­tual del pez real ¿por qué el sujeto cultural no trata inmediatamente de notarlo, haciendo uso de su facultad traductiva, en lugar de penetrar en lo hondo del concepto del pez real? Respuesta: Porque el sujeto cultural es reacio a pasar del plano de significación del lenguaje habitual a otro plano extremadamente oblicuo. El motivo es que tales planos son propios de lenguajes completamente desconocidos: desde el punto de vista del sujeto cultural ello implica que el significado buscado ha de ser notado en un contexto ignoto. Si se toma en consideración el temor que lo desconocido suele inspirar a todo sujeto cognoscente se estará en condiciones de comprender la reacción morosa del sujeto cultural; su facultad traductiva le permite tornar ho­rizontal el contexto desconocido: pera ello significa encontrarse de pronto en otro mundo, mundo no sólo desconocido sino evidentemente diferente de la realidad corriente. Y cuando se trata del mundo de los mitos, del contexto en el cual se afirma el significado del mito y en el cual el mito adquiere toda la potencia, hay que asumir que un simple indicio de su cercanía basta para causar el pánico del sujeto cultural.
No obstante el terror que inspira su visión, los mitos suelen ser notados en un contexto en el cual alcanzan, desde luego, máxima peligrosidad "porque se los puede ver como realmen­te son". Pero no hay que creer que el sujeto puede permanecer, aún paralizado de espanto, mu­cho tiempo frente a su presencia pues, o bien sucumbe volitivamente ante "un nuevo Dios", allí, en su mundo, o bien regresa a la seguridad del contexto habitual.
En el ejemplo que estamos estudiando, el sujeto cultural ha evitado notar el símbolo señalado por la razón y se ha compenetrado, con profundidad, en el concepto del pez real. Mas, "en lo profundo del concepto", esta el "núcleo connotativo", esa región de la cual partici­pan todos los conceptos del esquema del pez. Desde el núcleo connotativo es posible vislum­brar cualquier contexto común y, si así lo requiere la facultad traductiva, tornar horizontal el plano de algún concepto particular. Vamos a suponer, pues, que el sujeto cultural, al internarse en lo profundo del concepto, percibe la connotación del símbolo señalado. Esta posibilidad no es remota si se observa que dicho símbolo ha sido activado intencionalmente por la razón, vale decir, ha sido dirigido hacia sí mismo, con preferencias sobre los otros Arquetipos de la escala del designio; en otras palabras: dicho símbolo ha sido recientemente "destacado" por causa de la extrañeza que la fantasía produjo a la razón: desde el punto de vista potencial existe, así, una predisposición para que sea notado.
La vivencia profunda del concepto del pez CONNOTA en el sujeto cultural un concepto desconocido. El sujeto cultural, valiéndose de su facultad traductiva, torna horizontal el plano de significación de tal concepto y lo nota en su contexto. De esa manera descubre al Dios del ente, al símbolo arquetípico invertido que representa al Arquetipo universal del pez. Pero lo descubre EN UNA DE SUS FASES, BAJO SU ASPECTO MÍTICO, es decir, DESCUBRE A UN "DIOS PEZ". Y como tal, el Dios pez posee, no sólo brazos y alas, sino también corona, tridente, trono coralino, etc.; o sea: todo un contexto marino, un mundo propio en el cual su existencia tiene significado pleno.
A esta altura de la explicación hemos de hacer una importante aclaración. En efecto, sea que el mito haya sido connotado por el concepto habitual o sea que haya sido notado como concepto oblicuo, lo importante es que, cuando el sujeto cultural nota al mito en su contexto, pueden ocurrir dos fenómenos: que la potencia activa del mito domine a la voluntad del sujeto cultural o que la voluntad del sujeto cultural domine al mito. El caso que estamos estudiando corresponde al segundo fenómeno, pero vamos a comentar también el primero por ser causante de un tipo bastante frecuente de locura.
Primero - En principio hay que advertir que los "mitos", en tanto que símbolos arquetí­picos, ocupan un lugar, en el esquema, equivalente al que los Arquetipos que representan ocu­paban en la escala formativa o Plan del designio demiúrgico. Los mitos son, entonces, símbo­los bien trabados, que rara vez habrán de manifestarse por su cuenta. Y el contexto mítico es siempre un mundo desconocido e irreal, que sostiene pocos puntos de contacto con la realidad sociocultural.
De manera que la posibilidad que examinamos puede considerarse extrema, pues lo normal es la no manifestación del mito. Sólo la EXTRAÑEZA o el desconcierto de la razón, por causa de una fantasía o por cualquier otro motivo, incluso uno patológico, harán que el mito quede señalado y se destaque para la notación del sujeto cultural.
Observemos el primer fenómeno: la potencia activa del mito le permite dominar al suje­to cultural. ¿Cómo puede ser esto posible? Respuesta: Aunque en la Segunda Parte se verá en detalle, adelantemos que su visión produce una parálisis volitiva en el sujeto cultural, el que se ve compelido a identificarse con el mito y a acompañarlo en su proceso; claro, porque el mito es un símbolo arquetípico, se comporta como un Arquetipo, intentando desplegar su potencia formativa. Sin embargo acá no nos interesa tanto el CÓMO sino QUÉ ocurre cuando el sujeto cultural es FAGOCITADO[1] por el mito.
Para responder a tal interrogante digamos que, desde el punto de vista de la conducta, se está frente a un caso grave de locura; y, desde el punto de vista psicológico, que se verifica la ausencia del sujeto consciente. Es comprensible: la fagocitación del sujeto anímico por el mito se efectúa en la estructura cultural, que se halla bajo la esfera de sombra, es decir, en lo más profundo del inconsciente; en ese nivel, como "sujeto del mito", como "Dios viviente" (en su contexto), se concreta el término del sujeto anímico. No hay ya sujeto consciente ni conciencia alguna y, por el contrario, la estructura psíquica se ha reducido a lo inconsciente. ¿Qué ocurre, a todo esto, con el sujeto anímico? A los fines de esta breve explicación hay que considerar que, tras la fagocitación, EL SUJETO "ES" EL MITO. Se trata, desde luego, de una desvia­ción muy seria de los objetivos de la finalidad del pasú: el sujeto anímico, expresión del alma en las estructuras psíquicas, en lugar de impulsar el desarrollo de un sujeto histórico, que permita alcanzar la más alta armonía al microcosmos para así poner el máximo sentido en los entes del macrocosmos, se comporta como el Dios de UN ente. Toda la energía volitiva que el sujeto anímico disponía para desplegarse evolutivamente en complejas estructuras con esque­mas de miles, o millones, de entes, ahora se emplea para impulsar el proceso formativo de UN ente, para ser el Dios de UN ente. Para seguir con el ejemplo propuesto debemos imaginar que el sujeto anímico, transformado en Dios pez, se encuentra vivenciando, con el mismo grado de inteligencia de un pez, un mundo oceánico de características oníricas, fantásticas, míticas, en el cual su comportamiento es natural.
Naturalmente, un sujeto en tales condiciones ha de expresar una conducta grotesca, de­mencial, incomprensible aún para los psiquiatras. Basta pensar que en un caso de locura seme­jante el enfermo difícilmente consiga articular palabra del lenguaje sociocultural PUESTO QUE EL SUJETO SE ENCUENTRA RADICADO PERMANENTEMENTE EN EL PLANO CONTEXTUAL DEL MITO, EN EL MUNDO DONDE EL MITO TIENE SU SIGNIFICA­DO. Pero lo más notable es que quizá el enfermo exprese signos QUE SÓLO TIENEN SEN­TIDO EN AQUEL MUNDO DEL MITO. Por desgracia una demencia de este tipo siempre hace del hombre un imbécil; pero a dicho mal casi siempre se debe sumar la imbecilidad de­mencial de los terapeutas, quienes suelen ignorar dogmaticamente el funcionamiento estructural de la psique.
Segundo - Del enfrentamiento con los mitos no siempre sigue irremediablemente la lo­cura: por el contrario, el primer fenómeno indica claramente la necesidad de la DEBILIDAD VOLITIVA del sujeto anímico para desarrollarse. Un sujeto "normal" dispone invariablemente de suficiente energía como para evitar el hechizo del mito.
Si tal es el caso, si se trata de un sujeto "normal", entonces puede ocurrir el segundo fenómeno. Pero, si el sujeto es capaz de dominar la situación, si consigue abandonar al mito y a su contexto alucinante y regresar, por ejemplo, al plano del lenguaje habitual ¿por qué ha­blamos de "fenómeno"? ¿Acaso la mera notación del mito, el atisbo fugaz de su significado oculto, bastan para producir una consecuencia fenoménica? Respuesta: En efecto, el solo hecho de que el sujeto cultural establezca un contacto con el mito, por fugaz que este sea, genera la representación de un SÍMBOLO SAGRADO; la emergencia de los símbolos sagrados consti­tuye, PARA EL SUJETO CONSCIENTE, el "fenómeno del mito". La respuesta será clara si tenemos presente todo lo que sabemos sobre la figura 21. Allí se ha mostrado un CASO GE­NERAL de representación consciente (I’): en general, el sujeto cultural concibe un símbolo representativo (I) cada vez que anima un concepto tajada (xx). Consecuentemente, en el CASO PARTICULAR de que el concepto comprenda a un mito, el fenómeno ha de ser análo­go al que describe la figura 21. Vale decir: la representación racional del concepto "mito" ha de ser el "símbolo sagrado".
De acuerdo con lo estudiado el símbolo sagrado, en tanto que la representación racional de un concepto, emergerá también hacia la esfera de luz como idea, es decir, imagen y signifi­cado; por supuesto, tal "imagen" corresponde formalmente al símbolo sagrado y, como todo símbolo, su complexión substancial estará constituida por la energía psíquica con todas sus notas. La potencia activa del concepto-mito determina la dirección de la energía del símbolo emergente por su referencia a sí mismo; el símbolo sagrado tiene, así, "primera intención", mas ¿cómo está compuesta esta referencia a sí mismo del concepto-mito? vale decir ¿a qué caso, de los estudiados en el comentario Octavo del articulo 'F', responde la emergencia del símbolo sagrado? Respuesta: El caso es, sin dudas, el (c), aquél en que la referencia a sí mismo se compone de un referencia afectiva, IRRACIONAL, de gran magnitud y de una referencia ra­cional débil; es este caso, el símbolo se inclina hacia la esfera afectiva, hacia el corazón, hacia el sujeto irracional. Pero lo interesante aquí es entender porque el símbolo sagrado emerge según el caso (c). Y el motivo es el siguiente: la razón, al interpretar el designio de un ente externo, por ejemplo un pez, refiere con respecto a si mismo la potencia del esquema del pez; los com­ponentes de esta referencia son: fijos y característicos de cada esquema, pues dependen de la impresión con que los entes afectan las esferas racional y afectiva al ser conocidos; pero, no obstante que PARA TODO EL ESQUEMA existe una referencia a sí mismo en función de las referencias racional y afectiva FIJAS, los componentes de la referencia a sí mismo PUEDEN VARIAR CON CADA CONCEPTO DEL ESQUEMA; el grado de tal variación está en rela­ción directa con la evolución de la facultad traductiva del sujeto cultural: la variación se pro­duce CADA VEZ QUE EL SUJETO NOTA UN CONCEPTO DE UN LENGUAJE NO HABITUAL O SIMPLEMENTE DESCONOCIDO; la ley es: CUANTO MÁS DESCONO­CIDO SEA EL LENGUAJE CONTEXTUAL, EN QUE ES NOTADO UN CONCEPTO, TANTO MAYOR SERÁ LA MAGNITUD DE LA REFERENCIA AFECTIVA, IRRACIONAL, QUE INFLUIRÁ EN LA DIRECCIÓN DEL SÍMBOLO HO­MÓLOGO EMERGENTE; por el contrario, cuando el lenguaje es habitual, las referencias (3) y (4) son equilibradas y componen una referencia a sí mismo del caso (a), capaz de dirigir la energía del símbolo emergente directamente a la esfera de luz.
El mito, por ser notado en el lenguaje contextual de un plano de máxima oblicuidad, causa una referencia afectiva de gran magnitud que inclina, según vimos, al símbolo sagrado hacia la esfera afectiva y el sujeto irracional. Cuando estudiemos el comportamiento autónomo del mito, en el próximo articulo, se pondrá en evidencia la importancia que reviste el hecho de que el símbolo sagrado pertenezca al caso (c).
En lo que sigue, partimos de la hipótesis de que el símbolo sagrado emerge en la esfera de luz y se presenta frente al sujeto consciente. El término de esa emergencia es la fantasía, a la que el símbolo sagrado SE SUPERPONE, del mismo modo que lo hace cualquier símbolo o representación consciente para responder a la flexión cognoscitiva del sujeto consciente.
Regresemos ahora al punto de vista del sujeto consciente y hagamos un resumen de lo ocurrido hasta aquí. En principio el sujeto percibe directamente a la fantasía del pez alado; las flexiones que realiza para comprenderla provocan la reacción de la razón y su respuesta condu­ce al sujeto cultural a notar el concepto del pez real y a producir su representación racional; casi instantáneamente emerge la imagen del pez real y se superpone a la fantasía; el sujeto consciente apercibe entonces que la fantasía ES un pez, pero, simultáneamente, intuye que la descripción es incompleta; al mantener su atención reflexiva dirigida a la fantasía, con el obje­tivo de comprender los brazos y las alas, que aún carecen de significado (racional), el sujeto consciente "obliga" al sujeto cultural a profundizar en el concepto-tajada del pez real; se pro­duce, así, un flujo de imágenes del pez real que, en procesión, se van superponiendo a la fan­tasía y ocasionan, al sujeto consciente, la apercepción de que la fantasía se va tornando cada vez mas significativa. En este punto habíamos quedado.
Observemos que ese mayor significado que el sujeto consciente apercibe en la fantasía, a cada instante, implica una denotación cada vez menor del pez real y cada vez más aproxima­da al pez alado. Sin embargo, hasta aquí, el fenómeno no difiere en nada del enmascaramiento racional de las fantasías que estudiamos en el comentario Segundo del articulo anterior.
Por supuesto, cuando la situación cambia radicalmente es en el momento en que emer­ge, en la esfera de luz, el símbolo sagrado: ENTONCES LA FANTASÍA DEJA DE IN­TER­VENIR EN EL FENÓMENO Y SE AUSENTA DEFINITIVAMENTE DEL PLANO OB­JETIVO. ¿Por qué? Respuesta: Porque el enmascaramiento por un símbolo sagrado resulta energéticamente insuperable para cualquier objeto ideal. Ahora bien, toda representación consciente, aun aquella que enmascara a una fantasía, intenta desplegar en un proceso la po­tencia de sus símbolos arquetípicos, proceso que, según vimos, enajena la atención del sujeto consciente y pone a prueba su fuerza volitiva: EL SÍMBOLO SAGRADO, COMO TODA REPRESENTACIÓN QUE ENMASCARA A UNA FANTASÍA, INICIA UN PROCESO ENTELEQUIAL AUTÓNOMO EN EL INSTANTE MISMO QUE IRRUMPE EN LA ES­FERA DE LUZ. Pero hay una diferencia entre ambos procesos, una esencial y peligrosa dife­rencia: mientras que toda representación esta referida a sí mismo, al esquema de sí mismo, es decir, a la esfera de conciencia, el símbolo sagrado se presenta en la esfera de luz REFERIDO AL SUJETO CONSCIENTE; ocurre así porque el símbolo sagrado se ha montado, de entrada, sobre una fantasía, sobre un objeto ideal sostenido esencialmente por el sujeto. Esto se enten­derá mejor si recordamos que toda fantasía representa objetos, o situaciones objetivas, IRREALES, sin existencia en el mundo exterior; tales objetos irreales, "objetos de la fantasía" o "fantasmas", sólo pueden existir en la mente como productos del sujeto consciente. El sujeto consciente sostiene la existencia de la fantasía, por más evidentemente irreal que sea su conte­nido, y por eso el símbolo sagrado, que se superpone a ella, que de ella recibe su fundamento, resulta también esencialmente apuntalado por el sujeto consciente, referido a éste.
Resulta clara la diferencia apuntada: toda representación consciente, por su primera intención, esta referida a sí mismo; las fantasías, en cambio, no poseen primera intención, son producto del sujeto consciente, "CREACIONES", y están sostenidas por éste; el símbolo sa­grado, cuya emergencia tuvo como origen la apercepción de una fantasía, se manifiesta frente al sujeto consciente, EN SUSTITUCIÓN DE LA FANTASÍA, como objeto de apercepción; en consecuencia: sostenido por él y referido a él. Esta diferencia referencial, que hemos tratado de aclarar, implica un efecto diametralmente opuesto al causado por los procesos entelequiales. Si el objeto ideal es una representación, referida a sí mismo, SU PROCESO SE DESARROLLARA FRENTE AL SUJETO, COMO ESPECTÁCULO; y el sujeto consciente, como espectador, podrá ATENDER o no a tal espectáculo: si desea conocer pondrá atención en el proceso, mas su energía volitiva le ha de permitir interrumpirlo retirando la atención, quitándolo del presen­te. Por el contrario, INTENTARÁ DESPLEGAR SU PROCESO SOBRE ÉL, INVOLUCRÁNDOLO COMO AUTOR Y NO COMO MERO ESPECTADOR.
Naturalmente, un símbolo sagrado puede ser también dominado volitivamente por el sujeto consciente; pero tal posibilidad es efectivamente remota para el pasú y sólo un tipo de virya, el "gracioso luciférico"  conseguirá realmente detener su proceso; la relación que se esta­blece entre un símbolo sagrado y el sujeto consciente del virya, o "Yo", se denomina TEN­SIÓN DRAMÁTICA y será objeto de profundo estudio en la Segunda Parte. Pero aquí esta­mos considerando al pasú: a un tipo ejemplar de pasú altamente evolucionado cuyo compor­tamiento y constitución psíquica nos permitirá posteriormente comprender la doble naturaleza del virya, es decir, NOS PERMITIRÁ DESCUBRIR, EN EL MICROCOSMOS MORTAL, EL ALMA INMORTAL Y, CAUTIVO EN EL SENO DEL ALMA INMORTAL, AL ES­PÍRITU ETERNO. Por eso, en este y en el próximo artículo, supondremos que el sujeto cons­ciente del pasú NO CONSIGUE dominar al símbolo sagrado.
¿Qué ocurre entonces? Para mostrarlo de manera mas gráfica podemos decir que el sujeto consciente, que se hallaba en plena apercepción de la fantasía, comprueba de pronto que la imagen ha "cobrado vida" y se ha independizado de su voluntad. Vale decir: el símbolo, que representa al mito, se convierte en su personificación activa; amenaza desplegarse y fagocitar al sujeto; y el sujeto, que no advierte la transición entre fantasía y mito, experimenta la eterna situación del creador cuya obra escapa a su control y se individualiza. Una situación semejante ha sido proyectada en mil obras literarias, desde los "maestros" que iluminan y modelan la mente de discípulos (sus "obras"), quienes luego se independizan y traicionan a los maestros, hasta esos Dioses primitivos cuyas creaturas, sean hombrecillos de barro o ángeles, se revelan e intentan disputarse el poder. Pero, en verdad, despojando al fenómeno de todo ARGUMEN­TO MÍTICO, es decir, de las costras culturales, puede verse que la oposición creatura-creador tiene su origen en la tensión dramática entre el símbolo sagrado y el sujeto consciente.
Una fantasía, un objeto irreal cuya existencia depende de la voluntad del sujeto, se torna autónomo en un instante y amenaza peligrosamente apoderarse de la voluntad del sujeto ¿qué ha pasado en realidad?: Que el sujeto consciente NO ADVIERTE LA SUSTITUCIÓN DE LA FANTASÍA POR EL MITO y cree presenciar un mismo fenómeno en su continuidad pro­cesual. Mas la fantasía, el objeto producido por el sujeto consciente, ha dejado efectivamente de intervenir en el fenómeno desde el instante en que el símbolo sagrado emergió en la esfera de luz. Y resulta, al fin, que el sujeto es víctima de un engaño: no es creador ni mucho menos del monstruo que intenta devorarlo. La falsificación, como vimos, ha sido efectuada por el símbolo sagrado; si hay un culpable del engaño, sin dudas esta aquí, DETRÁS DEL SÍMBO­LO SAGRADO. Pero ¿qué es un símbolo sagrado?: NO SÓLO "LA REPRESENTACIÓN DEL MITO" SINO EL TERMINO DE UNA PROCESIÓN DE FORMAS QUE ARRANCA EN EL ARQUETIPO UNIVERSAL, "QUIEN ESTÁ, SEGÚN SABEMOS, SOSTENIDO POR LA VOLUNTAD DEL DEMIURGO". He aquí al culpable DETRÁS del símbolo sagra­do: mito o símbolo arquetípico, Arquetipo invertido, designio demiúrgico, Arquetipos univer­sales, Demiurgo El Uno. En el principio de la serie arquetípica, alentando el desenvolvimiento del símbolo sagrado, esta el Demiurgo: ¿por qué? ¿Para qué? Respuesta: EL DEMIURGO HA PREVISTO, EN SU PLAN, LA ACTIVIDAD QUE LOS SÍMBOLOS SAGRADOS HA­BRÁN DE DESPLEGAR EN EL MICROCOSMOS Y ES SU INTERÉS QUE TALES SÍMBOLOS SE MANIFIESTEN AL SUJETO CONSCIENTE. Desde luego, esta respuesta sólo puede significar una cosa: LOS SÍMBOLOS SAGRADOS DEBEN CONTRIBUIR A CONCRETAR EL OBJETIVO MICROCÓSMICO DE LA FINALIDAD. ¿Cómo? Otorgan­do al sujeto consciente la posibilidad DE SUPERAR LA CRISIS. La posibilidad de emplear al símbolo sagrado como puente metafísico sobre el abismo de la crisis será expuesta, también, en el próximo articulo.
Lo importante ahora es comprender que los símbolos sagrados desde el momento en que se produce la emergencia, trascienden el plano físico del microcosmos y PARTICIPAN DEL PLANO METAFÍSICO DEL MACROCOSMOS. (Por eso los símbolos sagrados son los úni­cos signos metafísicos válidos, los verdaderos fundamentos de toda Metafísica; contrariamente, se debe negar el título de "Metafísica" a toda ciencia cuyo objeto no sea el conocimiento de los símbolos sagrados; y, por ultimo, la más elevada Metafísica es la Gnosis Hiperbórea, porque los símbolos sagrados constituyen para ella el principal objetivo de su indagación). Esta "participación metafísica" significa que el símbolo sagrado representa tanto al mito, o símbolo arquetípico, estructurado en el esquema del microcosmos como un Arquetipo psicoideo del macrocosmos: su "verdad" es una verdad trascendente. Mas ¿por qué tal trascendencia sólo es posible CUANDO EL SÍMBOLO SAGRADO EMERGE, es decir, cuando se hace consciente, y no antes? Respuesta: Porque sólo entonces, cuando "hay símbolo sagrado", "representación de un mito", se da el caso de que un símbolo arquetípico, situado al principio de la escala for­mativa del designio, sea ACTIVADO ENERGÉTICAMENTE POR SEPARADO: al actuali­zar el símbolo sagrado se desengancha un eslabón de la cadena; pero tal eslabón sólo puede existir por separado si PARTICIPA de un Arquetipo universal y es sostenido por éste. Hemos visto que el mito puede fagocitar al sujeto cultural mientras se encuentre en su contexto esque­mático y en tanto el sujeto manifieste debilidad volitiva; pero si el sujeto se retira a su contexto habitual el mito no significa nada; incluso el sujeto podría ignorar toda la vida, y esto es lo más común, la existencia de los mitos estructurados. Pero, si un mito es representado fuera de su contexto, ello equivale a separar el primer eslabón de una cadena evolutiva que va del Ar­quetipo universal al ente, vale decir, EQUIVALE A ACTUALIZAR EN EL MICROCOS­MOS UN ARQUETIPO UNIVERSAL EN EL PRIMER INSTANTE DE SU DESPLIEGUE EVOLUTIVO. De modo que el símbolo sagrado, al emerger de la esfera de luz y sustituir a la fantasía como objeto de apercepción del sujeto consciente, ESTÁ PONIENDO AL SUJETO CONSCIENTE NO EN UN MERO CONTACTO CON EL MITO ESQUEMÁTICO SINO CON UN ARQUETIPO UNIVERSAL, Y, A TRAVÉS DE ÉL, CON EL DEMIURGO. Es cierto entonces que todo símbolo sagrado, cualquiera sea su signo, desde el complejo Zeus olímpico hasta la abstracta cruz, representan al Dios del Universo, a El Uno, al Demiurgo cósmico: el símbolo sagrado, en un trasfondo metafísico que hay que trascender, participa, o es la manifes­tación revelada, de la Voluntad de El Uno. 
La Voluntad del Demiurgo, presente tras los símbolos sagrados, explica por qué su aparición frente al sujeto consciente no causa jamás una locura del tipo descripto como "primer fenómeno". Aquí, por el contrario de una regresión formal al mundo primitivo del mito, se co­rre el "peligro" de convertirse en "representante de Dios en la Tierra", profeta, enviado divino, reformador social, héroe, hombre del destino etc.; vale decir, se corre el peligro de que el sujeto anímico se identifique con una función colectiva y cese de evolucionar como individuo. Tal el "peligro" que corre EL SUJETO CONSCIENTE si es fagocitado por el símbolo sagrado; pero en este caso se trata de una locura "legal", necesaria para los objetivos micro y microcósmicos de la finalidad del pasú. Esto será demostrado en la Segunda Parte, aunque conviene adelantar que para el virya, cuyo interés declarado consoste en liberar su Espíritu Hiperbóreo, no existe peligro más grande que la identificación del sujeto con un mito colectivo: EN SU CASO ello implica en verdad algún tipo de trastorno mental, desde la disolución del sujeto consciente hasta su fragmentación esquizofrénica.
No podemos acabar este artículo sin mencionar al pasú de nuestro ejemplo. Su fantasía del pez alado se convirtió, de repente, en un Dios pez autónomo; a partir de ese hecho la actitud del pasú será típica: o se identificará con el mito y se convertirá, para la comunidad, en su representante viviente, o le adorará, sin identificarse completamente, y se transformará en su profeta. En este último caso REVELARÁ a la comunidad el símbolo sagrado del Dios pez EXPRESANDO SU SIGNO; y, en la medida en que los miembros de la comunidad introyec­ten el signo y accedan al símbolo sagrado, al contacto con el mito, el mito reinará no adentro sino afuera, como Mito, vale decir, como Arquetipo psicoideo. Desde luego, al adorar al Mito, al Dios pez, a Dagón, la comunidad adora en realidad al Demiurgo, al Dios Uno, cumpliendo con su finalidad macrocósmica.