domingo, 23 de febrero de 2020

FINALIDAD Y SUPRAFINALIDAD

FINALIDAD Y SUPRAFINALIDAD

Hemos mencionado tres aspectos del Demiurgo: Poder, Sabiduría y Belleza. Vamos a interpretar ahora más profundamente el hecho de la plasmación arquetípica. En principio el Demiurgo "piensa" los Arquetípos universales con el aspecto Sabiduría y los piensa, enton­ces, con vista a la integridad de un Plan evolutivo: los Arquetipos nacen así con una finalidad preestablecida, aparte de sus propias finalidades entelequiales particulares, que los comprende a todos en la estructura del Plan. Tal SUPRAFINALIDAD es la del Universo mismo, es decir, es el único motivo de la creación. Pero, en el plano material, esfera de acción de los Arqueti­pos, los fenómenos tienen carácter entrópico, es decir, concluyen inevitablemente en el sentido del Tiempo: al final de un "Gran Tiempo" todo habrá vuelto a la nada inicial, se habrá disuelto el "orden material" y el final será igual al principio. Este FINAL entrópico del Universo mate­rial NO PUEDE SER LA SUPRAFINALIDAD que motivo su creación. Por eso muchos han intuido con acierto que "el Demiurgo creó el Universo para Su contemplación", que la manifes­tación de las formas arquetípicas al ritmo de la fluencia del tiempo trascendente constituye un espectáculo grandioso con el cual ÉL se regala. Sin embargo, aunque acertado en parte, este concepto peca de ingenuidad aristotélica pues supone al Demiurgo "motor inmóvil", es decir, que "mueve sin moverse", y que, desde su inmovilidad o eterna quietud, obtiene placer de la contemplación de Su Obra: eso es como atribuir al Demiurgo la práctica de un vicio soli­tario, una especie de onanismo cósmico. Si aceptamos el principio hermético de que en el hombre se reflejan los aspectos del Demiurgo podremos entender a éste observando las pautas de comportamiento análogas de aquél. Como se trata de entender la motivación "creadora" del Demiurgo habrá que observar al tipo de hombre "creativo". Y en ese examen comprobamos que no existe una motivación semejante a la contemplación extática que se supone ha asumido un aspecto del Demiurgo. En realidad nadie, y mucho menos el Demiurgo, se detiene dema­siado en la contemplación de su propia obra: el pintor, al pintar nuevos cuadros, olvida los an­tiguos, el poeta regala sus poemas, el escritor vende sus libros (y a veces su alma), etc.; quere­mos mostrar con estos ejemplos cuan fuera de lo natural, cuan insólito, seria que el pintor per­maneciese siempre contemplando un único cuadro pintado por él, o que el escritor leyese siem­pre y solamente su propio libro. En verdad, si resulta inconcebible semejante actitud en un hombre creativo, piénsese cuanto más ha de serlo proyectada a un creador cósmico como el Demiurgo.

Lo que ocurre es que NADIE, NI AÚN EL DEMIURGO, SOPORTA MUCHO TIEM­PO LA CONTEMPLACIÓN DE SU PROPIA OBRA. Toda creación proporciona sólo placer inicial y no es objeción suponer que una "creación continua" ha de proporcionar placer perpe­tuo: el inventor, aún cuando sabe que continúa perfeccionándose, pronto se desentiende de su invento y ocupa la atención en otras cosas que le brindan NUEVAS satisfacciones; el conoci­miento anticipado de la finalidad es lo que, a la larga, quita atractivo a un proyecto ex­trema­damente prolongado: el placer no aumenta sino que, por el contrario, disminuye a medida que el proyecto se concreta. EL MÁXIMO PLACER SE OBTIENE EN EL MOMENTO DE LA CONCEPCIÓN DEL PROYECTO; LOS DISTINTOS PASOS DE LA OBRA Y SU CON­CRECIÓN SÓLO CONFIRMAN AQUEL PLACER INICIAL PERO NO PUEDEN AU­MENTARLO. Y el Demiurgo, tal "máximo placer", ya lo experimentó cuando concibió el Plan evolutivo y pensó los Arquetipos universales, desde sus aspectos Sabiduría y Belleza.
Cuando, posteriormente, el Demiurgo emana las mónadas que dan realidad a los Ar­quetipos e impulsa a éstas a desplegarse en la materia, con el aliento que procede del aspecto Poder-Voluntad, la suprafinalidad que motiva tal acción ha de ser otra que la experimentación de placer extático o contemplativo. El Demiurgo no "ha echado a rodar" el mecanismo de la creación y luego se ha desentendido de él puesto que todo ente del plano material es temporal, es decir, existe en Su Conciencia; está sostenido, en tanto fenómeno, por la fluencia trascen­dente del Aliento. Pero esta participación no significa una finalidad en sí mismo: es sólo la ejecución de la suprafinalidad.
Para averiguar, o al menos intuir, en que consiste esta suprafinalidad observemos nue­vamente a los hombres creativos. Una vez concebida y ejecutada la obra, es decir, una vez ob­tenido el placer de la creación ¿de qué manera la obra puede proporcionar NUEVO placer? Respuesta: POR EL DESCUBRIMIENTO POSTERIOR. Para comprobarlo basta con pensar en el cuadro que aquel pintor ejecutara hace años: la FINALIDAD de su concepción se concre­tó al terminar de pintarlo y con ello culminó el placer creativo; PERO NO ASÍ LA SUPRAFI­NALIDAD DE RECIBIR NUEVO PLACER POR EL DESCUBRIMIENTO POSTERIOR QUE DE ÉL HAGA PERMANENTEMENTE EL PUBLICO. En efecto, nada hay que deleite más a un autor, fuera del placer que le proporcionó el ejecutar la obra, que ser halagado por el público: en cada admirador hay un nuevo descubrimiento de su trabajo y en cada descubri­mien­to UN NUEVO SENTIDO. Eso es: el público es en realidad quien OTORGA SENTIDO a la obra, quien valora y valoriza. El descubrimiento, bajo una particular óptica, significa un especial sentido, una interpretación diferente que, por eso, no admite indiferencia: se podrá admirar o despreciar, amar u odiar, pero jamás permanecer indiferente una vez que se ha des­cubierto la obra. Y este descubrimiento implica tarde o temprano el descubrimiento del autor: LA TRANSFERENCIA DE LA IMPRESIÓN CAUSADA POR LA OBRA AL AU­TOR.
Podemos entender ahora la suprafinalidad de la creación: la obra del Demiurgo requiere de un DESCUBRIMIENTO POSTERIOR. Y ésa es la finalidad del animal-hombre o pasú: ser descubridor de entes, "postor de sentido". Pero ¿qué es lo que está cubierto en los entes, aquello que el pasú debe descubrir para cumplir su destino? Respuesta: LOS NOMBRES; las "palabras" que menciona la Kábala acústica o los "bijas" de la tradición indoaria.
Mas esta respuesta requiere de una mayor aclaración. En primer lugar, para comprender a que nos referimos con "nombre" de los entes, hay que recordar que el impulso evolutivo de las mónadas ha sido afirmado con el aspecto "Logos" del Demiurgo. Ello significa que cada ente está designado desde el principio por el Verbo del Demiurgo; que a cada ente se le ha asignado una palabra que lo identifica metafísicamente, lo sostiene en tanto que ente y consti­tuye la verdadera esencia del ente PARA EL PASÚ.
En segundo lugar debemos distinguir nuevamente, al considerar el "orden arquetípico", entre la finalidad y la suprafinalidad. Con "finalidad" aludimos a la concreción entelequial ha­cia la que apunta la evolución de los entes: en todo ente hay UN TERMINO UNIVERSAL que es expresión de los Arquetipos que lo sostienen y a cuyo proceso se subordina. Con "suprafinalidad" nos referimos, en cambio, al DESIGNIO PARTICULAR que cada ente posee en tanto está compuesto por mónadas. No es que en el ente "estén las mónadas" sino que el orden arquetípico del que participa toda la materia se estructura en base a la actualización de las mónadas: a cada mónada corresponde en el plano material un "quantum arquetípico de energía" o "átomo arquetípico" del cual el átomo de Borh es sólo un esquema superficial. En realidad los mismos Arquetipos universales están compuestos por mónadas, que por eso se llaman también "arquetípicas", pues ellas provienen de la primera emanación del Demiurgo en tanto que los Arquetipos son "ideas" pensadas SOBRE las mónadas, en la segunda emanación. Los Arquetipos universales son así FORMAS que van de lo simple a lo complejo compuestas a partir de agrupaciones de la UNIDAD FORMATIVA ABSOLUTA que es la mónada arque­típica. No es cierto, pues, que los Arquetipos universales sean todos perfectas y simples ideas, sino que, por el contrario, han sido conformados estructuralmente por imitación sucesiva y ordenada de la mónada arquetípica: puede decirse que TODO EL UNIVERSO HA SIDO CONSTRUÍDO A PARTIR DE UNA PRIMERA MÓNADA IMITADA INCANSABLE­MENTE POR EL DEMIURGO. Por eso la CARACTERÍSTICA ESENCIAL DEL DE­MIURGO ES LA IMITACIÓN.
Resumiendo, tenemos: las mónadas arquetípicas y, conformados por ellas, los Arqueti­pos universales; estos seres, desde luego, pertenecen al "plano arquetípico", el cual constituye el único objeto de conocimiento, la única verdadera fuente, de toda metafísica. Este plano ar­quetípico o cielo metafísico actúa sobre la materia inferior imprimiéndole un orden dinámico al ritmo de la fluencia del Aliento (o Tiempo): el "plano material" es la expresión de tal orden arquetípico. En el plano material las mónadas arquetípicas se manifiestan como átomos arque­típicos o quantum arquetípicos de energía, es decir, como la esencia existente de toda substan­cia (materia o energía). Los Arquetipos universales, por su parte, se manifiestan en el plano material como el soporte formal en los entes, quienes son la expresión concreta de "un mo­mento" del proceso evolutivo en que aquéllos se desarrollan. Hay así una doble determinación arquetípica de los entes: la "universal" de los arquetipos y la "particular" de las mónadas.
La "proyección" de los Grandes Planes arquetípicos o Arquetipos Manú sobre la mate­ria original, informe, produce el ente universal y los entes particulares FUNDAMENTAL­MENTE ESTRUCTURADOS CON ÁTOMOS ARQUETÍPICOS. El ente evoluciona, enton­ces, siguiendo dos procesos formativos; uno: el UNIVERSAL, que apunta hacia la entelequia de los Arquetipos; dos: al PARTICULAR, que determina al ente de acuerdo a un Plan. De allí la necesidad de distinguir correctamente qué ha sido puesto en los entes, DESDE UN PRIN­CIPIO, PARA CONOCIMIENTO DEL PASÚ y qué corresponde al ente mismo como funda­mento de su existencia universal, HASTA EL FINAL, ESTÉ O NO EL PASÚ EN EL MUNDO.
Podemos afirmar, como respuesta a la cuestión, que al pasú le fue dado desde el prin­cipio la posibilidad de conocer los Planes a partir del descubrimiento de los entes, del DE­SIGNIO que éstos expresan para él. El destino del pasú, como descubridor y admirador de la obra del Demiurgo, es: CONOCER LOS ENTES; desde los entes: CONOCER LA ESTRUC­TURA DEL ENTE UNIVERSAL, DEL "UNIVERSO"; desde el ente universal: CONOCER A DIOS (EL UNO). Por el contrario, en este siniestro Plan NO SE PREVEÉ NINGÚN MODO DE CONOCIMIENTO DE LA ESENCIA ARQUETÍPICA DE LOS ENTES. Más adelante quedará en claro por qué.



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